La juez Elara Vance, una psicópata en el estrado: hay muchos jueces igual (capítulo 4)

21 de julio de 2025
4 minutos de lectura
Jueza sola en una sala vacía con expresión reflexiva. | Fuente: IA

«El psicópata es un depredador intraespecie que utiliza el encanto, la manipulación, la intimidación y la violencia para controlar a los demás y para satisfacer sus propias necesidades egoístas.» – Dr. Robert Hare

La urgente necesidad de evaluación psiquiátrica y psicológica en la judicatura

El caso de la jueza Elara Vance es un llamado de atención urgente sobre la necesidad crítica de someter a los jueces y a otros funcionarios judiciales a rigurosos y periódicos exámenes psiquiátricos y psicológicos. La administración de justicia no es una tarea para mentes perturbadas o conciencias pervertidas. Quienes detentan el poder de decidir sobre la libertad, el patrimonio y los derechos fundamentales de los ciudadanos deben poseer una probada estabilidad mental y emocional, una capacidad de auto-gestión y auto-administración que garantice su imparcialidad y objetividad. Permitir que individuos con trastornos de la personalidad tan severos y conscientes como la psicopatía o el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) ocupen roles judiciales es comprometer la esencia misma del Estado de Derecho y exponer a la sociedad a la tiranía personal de mentes retorcidas, que, como la de la jueza Vance, saben perfectamente lo que hacen y se deleitan en ello. La integridad de la justicia depende, en última instancia, de la salud mental y moral de quienes la imparten. Se exhorta, además, que los profesionales encargados de estas evaluaciones no sean corruptos ni comprados, y que su labor sea rigurosamente vigilada para garantizar su probidad.

La psique humana es un laberinto de complejidades, donde la delgada línea entre la salud mental y la patología de la personalidad puede determinar el destino de muchos. Sin embargo, es crucial despojar de mitos la comprensión de ciertos trastornos de la personalidad que, lejos de nublar la conciencia, pueden agudizar la capacidad de infligir daño. El caso de la jueza Elara Vance nos obliga a confrontar esta cruda realidad: la presencia de un trastorno de la personalidad severo no implica una pérdida de razón o una incapacidad para discernir el bien del mal. Por el contrario, en perfiles como el suyo, la persona opera con una plena conciencia cognitiva de sus acciones. Están perfectamente conscientes de la maldad que hacen, pero carecen de conciencia moral. No estamos ante un individuo que haya perdido el contacto con la realidad o sea inimputable; estamos ante una persona intrínsecamente malvada, que sabe perfectamente lo que hace, cómo lo hace y las devastadoras consecuencias de sus actos. Su malevolencia no es un error, sino una elección deliberada, una justificación interna de la crueldad que ejerce sin remordimiento ni culpa.

Diagnóstico clínico: La psicopatía y sus sombras concurrentes

La conducta de la jueza Elara Vance, tal como se ha manifestado en su trayectoria profesional y personal, sugiere un perfil complejo y destructivo. Desde una perspectiva clínica, su accionar se alinea con un Trastorno Psicopático de la Personalidad, agravado por rasgos concurrentes de un Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Informe psiquiátrico (Extracto – Caso Jueza Elara Vance):

Conciencia Cognitiva sin Moralidad: Un aspecto crucial en el caso de la jueza Vance es que sus acciones no derivan de una incapacidad para comprender la realidad o las normas. Ella posee una plena conciencia cognitiva de la ilegalidad y el daño que inflige. Su razonamiento es lúcido para articular justificaciones y manipular el marco legal. Sin embargo, carece de una conciencia moral funcional, operando en lo que podríamos describir como una «idiocia moral». Esto significa que, si bien comprende intelectualmente las implicaciones de sus actos, no experimenta culpa, remordimiento o empatía por sus víctimas. Sus decisiones, aunque moralmente aborrecibles, son ejecutadas con plena intencionalidad y planificación.

Comportamientos Límite (TLP): Se observa una marcada impulsividad en sus decisiones, a menudo sin considerar las consecuencias a largo plazo para las víctimas. Su afecto es inestable, con cambios drásticos de humor que van de una aparente calma a explosiones de ira desproporcionada, especialmente cuando sus decisiones son cuestionadas. Sus relaciones interpersonales son intensas pero caóticas, caracterizadas por ciclos de idealización (cuando alguien le sirve a sus propósitos) y devaluación (cuando percibe una amenaza o frustración). Se percibe un miedo subyacente al abandono o al descontrol, que compensa con un control férreo sobre los demás. La autoimagen parece distorsionada, inflada en momentos de éxito y extremadamente vulnerable ante cualquier crítica percibida.

Comportamientos Psicopáticos: Exhibe una notable falta de empatía, evidenciada por la frialdad con la que ignora el sufrimiento de quienes juzga injustamente. Hay una manipulación calculada en la forma en que utiliza su posición y las leyes para sus propios fines, sin remordimiento alguno. Su grandiosidad se manifiesta en la creencia de estar por encima de las normas y la ley, justificando sus acciones arbitrarias. El desprecio por los derechos ajenos es sistemático y flagrante, utilizando su autoridad para violar garantías fundamentales sin un atisbo de culpa.

Esta combinación diagnóstica conducía a la jueza Vance a proyectar en cada figura masculina el dolor y la insatisfacción de un amor que nunca fue, o que fue cruelmente negado. En su tribunal de género, ella no veía expedientes sino la imagen de Carlos (seudónimo para su amor frustrado o no correspondido), y condenaba a todos los hombres sintiendo que, en su mente perversa, estaba castigando a ese «Carlos» original. De este modo, pervertía su rol judicial en una fría determinación de infligir a otros hombres el sufrimiento que ella, con plena conciencia de sus actos, no había sabido procesar.

“La conciencia es el espejo del alma, pero para algunos, ese espejo está empañado por la ausencia total de remordimiento”. – Dr. Robert Hare.

Dr. Crisanto Gregorio León
Profesor Universitario

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