La hipocresía que llevamos dentro: ¿por qué decimos una cosa y hacemos otra?

29 de octubre de 2025
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Hipocresía I Freepik

Todos queremos vernos como personas buenas y coherentes. Sin embargo, mantener esa imagen es difícil

Imagina a alguien que defiende el cuidado del medio ambiente y critica el derroche de agua, pero en su casa se ducha durante veinte minutos. Eso es hipocresía: mostrar valores que admiramos y luego actuar de manera contraria. Todos lo hacemos, incluso sin querer.

Vivimos en sociedad y necesitamos confiar en los demás. Esperamos que cumplan sus promesas y se comporten de manera justa. Para que esto funcione, lo que decimos debe coincidir con lo que hacemos. Si alguien anuncia una excursión y luego nadie aparece, la confianza se rompe. Por eso, la coherencia entre palabras y acciones es clave.

El cerebro humano busca atajos. Clasifica a las personas rápidamente: si alguien actúa hipócritamente, puede ganarse la etiqueta de “hipócrita” para siempre, aunque solo haya cometido un error puntual. Esto ocurre incluso cuando entendemos que había razones válidas para su comportamiento. La reputación se convierte en un marcador rápido para decidir en quién confiar.

Cómo resolvemos la hipocresía interna

Todos queremos vernos como personas buenas y coherentes. Sin embargo, mantener esa imagen es difícil. Saltarse las normas puede ser tentador: ducharse más de la cuenta, copiar “un poco” en un examen o reírse de alguien para encajar. Estas acciones pueden dar ventajas inmediatas, pero chocan con nuestra autoimagen.

La psicología lo llama “disonancia cognitiva”: sentir malestar por actuar contra nuestros valores. Para aliviarlo, podemos justificar nuestra conducta, cambiar nuestra creencia o modificar nuestro comportamiento. Por ejemplo, una adolescente que fuma a escondidas puede decirse que “solo fue una vez” para sentirse mejor.

Curiosamente, esta tensión también puede corregir comportamientos. En un estudio, adolescentes que predicaban el uso de preservativo, aunque no lo usaban, terminaron adoptando prácticas más seguras. Predicar y no practicar generó un malestar que los llevó a cambiar.

La hipocresía puede parecer peor que la deshonestidad. Engañar sin fingir virtud se percibe distinto a aparentar ser moral y luego fallar. Confesar errores, en cambio, permite recuperar la confianza y la reputación.

En realidad, todos somos un poco hipócritas. Las pequeñas trampas nos ayudan a mantener la imagen que queremos de nosotros mismos y a navegar en sociedad sin romper demasiado las normas. No se trata de ser perfectos, sino de equilibrar deseos, valores y la manera en que nos ven los demás. La hipocresía, en dosis pequeñas, es parte de ser humano.

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