Santa Teresa de Jesús (el día 15 es su fiesta), ya en su larga vida de fundadora y de maestra tuvo que enfrentarse con las equivocaciones de algunas de sus propias monjas, que la creían iluminada; con muchos frailes de su Orden; con la Inquisición, que mantuvo el ‘Libro de Su Vida’ como argumento de sospecha; con la princesa de Éboli, que quiso ser monja con ella y seguir siendo princesa… Y con las equivocaciones de los obispos.
En Sevilla, el que fuera intachable y sabio obispo Sandoval, se opuso a la Reforma de la Madre Teresa con obstáculos que impedían, de una u otra manera, que la Santa fundase Casa frente al Guadalquivir: gran parte del hoy distinguido barrio de Los Remedios, era huerta de los Carmelitas. Por fin, el obispo vio una luz distinta a su obstinación y terminó poniéndose de rodillas delante de la Madre Teresa en un gesto de humildad impropia, solicitando su bendición.
En Madrid, el Nuncio Sega la llamó “fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventa malas doctrinas”… Hasta el mismísimo Rey Felipe II exigió al Nuncio que bientratase a la Descalcez, porque “son gentes que favorecen la virtud”.
En Burgos, el obispo don Cristóbal Vela mantuvo a la Santa y a sus monjas en las humedades de un viejo hospital, en compañía del provincial Gracián, porque su señoría no estaba dispuesto a conceder Casa de Reforma. Y eso que Santa Teresa ya era reconocida en toda España como maestra de espirituales y, además, se estaba muriendo a chorros en esa tierra que ella llamaba, y con razón, “frigidísima”.
… Aquellos obispos sólo tienen un renglón en el papel de la Historia y Santa Teresa de Jesús es Doctora de la Iglesia.
No. No es tiempo de acusar a nadie, sino de reconocer que sólo descubren la santidad aquellos que han sabido transitar por ella.