La cuestión de fondo, aparte de la batalla cultural que plantea Vox sobre la ideología de género, es que Toscano justificara que Montero haya llegado a ser ministra exclusivamente por la relación que mantiene con Iglesias
Este miércoles se incendió, dialécticamente hablando, el Congreso de los Diputados. Fue, una vez más, por un episodio de machismo recalcitrante hacia la ministra de Igualdad, Irene Montero. La diputada de Vox, Carla Toscano, profirió unas declaraciones contra ella en las que alegó que su único mérito era “haber estudiado en profundidad” a Pablo Iglesias, quien además de haber sido el exvicepresidente del Gobierno también es la actual pareja de Montero.
En esta ocasión, Vox se ha quedado solo y casi todo el arco parlamentario ha reprobado las palabras de su representante. Eso hace pensar que por lo menos hay una reacción de consenso en la política española.
Cuando en la política se baja hasta el terreno personal -excepto que se denuncien hechos delictivos cometidos en esa esfera personal- normalmente no trae muy buenas consecuencias ni suele ser edificante. Máxime, cuando se menosprecia a las mujeres y se desmerece su trabajo, malo o bueno. La cuestión de fondo es que Toscano justificara que Montero haya llegado a ser ministra exclusivamente por la relación que mantiene con Iglesias.
Se puede deducir -cada uno en su foro interno- cuáles pueden ser las causas que han conducido a que una persona ocupe un cargo, pero no es de recibo realizar esas manifestaciones en la sede de la soberanía nacional. Al fin y al cabo, Toscano es una representante de un sector del pueblo español. Da un mal ejemplo y sienta un precedente peligroso de ataque personal y, sobre todo, machista
Hay que recordar que las palabras de la parlamentaria de Vox se enmarcaron en el debate sobre el Presupuesto del Ministerio de Igualdad, donde como era de esperar, salió a relucir la polémica aplicación de la Ley de Libertad Sexual, conocida popularmente como ‘ley del solo sí es sí‘. Su mayor error fue acusar a los jueces de machistas cuando realmente simplemente estaban aplicando la ley, con un criterio u otro, y no reconocer que realmente había debate en el seno de la Justicia.
La guerra cultural de Vox
Sin embargo, eso no justifica que se la vilipendie de esa manera. Irene Montero siempre ha sido el blanco de la derecha radical nacionapopulista de Vox, mas si cabe con la polémica generada por el ‘sí es sí’. Y es normal porque este partido siempre se ha declarado negacionista de la “ideología de género” y ha apostado por todo lo contrario: meter en un cajón de sastre la “violencia intrafamiliar” sin diferenciar la especificidad de la violencia de género como ese tipo de violencia hacia las mujeres por el hecho de serlo.
Según se desprende de un artículo académico de Carles Ferreira en la Revista Española de Ciencia Política, la ideología de Vox “está basada en una combinación de nacionalismo y xenofobia (nativismo) y de una visión autoritaria de la sociedad, apegada a los valores de ley y orden”
“Especialmente es destacable la cruzada de esta organización contra la llamada ‘ideología de género’ y el ‘lobby LGTB’, un tema que ha sido nuclear en las negociaciones para formar Gobierno en distintos municipios y comunidades autónomas. Vox pretende eliminar las subvenciones a las asociaciones feministas y LGTBI, que son a menudo descritas como ‘comunistas y radicales’ y aboga por suprimir la ley de violencia machista porque ‘discrimina al varón'”, subraya Ferreira.
Cabe recordar que España suscribió el conocido Convenio de Estambul sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica. Esta fue una iniciativa del Consejo de Europa, una organización de cooperación de la que España es Estado miembro, que se encarga de promover los valores de la democracia, los derechos humanos y el Imperio de la ley. Este tratado internacional tiene carácter vinculante y se considera el más completo y de mayor alcance a este respecto. Pues bien, respetémoslo y sigamos sus consignas.
Está claro que a Vox no le interesa electoralmente y esas descalificaciones contra Montero son un ejemplo más de la batalla cultural que quiere plantear con cuestiones identitarias, toda vez que se acercan los comicios y hay un estado de total polarización.