La depresión en la infancia puede presentarse de formas muy distintas a las que los adultos suelen identificar. Según Inés Santos, profesora del Grado en Psicología de la Universidad Europea, en los menores suele manifestarse en forma de dolores físicos, irritabilidad o bajo rendimiento escolar.
La especialista alerta de que, con frecuencia, este trastorno pasa desapercibido por dos motivos «clave»: la falta de madurez emocional, que impide a los niños verbalizar cómo se sienten; y la confusión de los adultos, que tienden a interpretar la tristeza como «desobediencia, apatía o desmotivación, sin contemplar un posible trastorno depresivo».
En este sentido, Santos explica que los niños encuentran serias dificultades para identificar sus emociones y expresarlas. Por ello, canalizan el malestar a través de conductas como el retraimiento, el enfado, las somatizaciones o un descenso en el rendimiento escolar. A ello se suma que muchos padres y tutores, por miedo a que sus hijos estén sufriendo, optan inconscientemente por negar o evitar esa posibilidad.
El bajo desempeño académico, en consecuencia, no debería ser interpretado únicamente como un signo de desinterés. Tal como puntualiza la experta: «En la adolescencia puede ser así, pero en la infancia rotundamente no: ningún niño menor de 10 años suspende por desinterés, siempre hay otros factores como problemas de aprendizaje y, a veces, depresión».
Santos insiste en la importancia de la detección temprana, ya que un diagnóstico tardío puede acarrear consecuencias negativas en el desarrollo emocional y social. De hecho, apunta que aquellos que «han sufrido depresión en la infancia tienen mayor riesgo de volver a padecerla en la adultez».
Por este motivo, la experta subraya que la escuela desempeña un papel esencial. Al ser el entorno en el que los niños pasan más tiempo, se convierte en el espacio idóneo para observar, identificar y abordar de manera temprana los síntomas de la depresión infantil.