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La debilidad del desatino

El Congreso de los Diputados. | EP

Entiendo que la ambición y el poder pueden ser asumidos y deseados fácilmente por aquellos que se sienten fuertes y entienden la altura como servicio. Pero han de saber que nunca pueden bajar la guardia ante el ataque de los menos altruistas que desean lo mismo, sin detenerse a valorar los medios para conseguirlo.

Muchos poderosos viven para taponar los agujeros de sus desagües. El mayor porcentaje de su energía la gastan en justificarse. Nietzsche lo supo en seguida: “Simplemente por la necesidad constante de defenderse, puede uno volverse tan débil que ya no pueda defenderse”.

El Congreso de los Diputados no pasa de ser una lámpara ciega incapaz de sacar a nadie de sus sombras. La mayoría de las veces responden sus señorías a lo que no se les pregunta y se acusan, como niños, de que son los de enfrente quienes rompieron los cristales… ¡Duele tanta defensa ante semejante inmoralidad, que faltan cavernas donde esconder la ignominia!

Ya que hoy me dio por sonsacar a Nietzsche, les dejo una última sentencia: “El remordimiento de conciencia es lo mismo que el mordisco de una perro a una piedra, una tontería”.

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