En España, no se corona a los reyes, se les proclama. Por eso, el día del relevo se muestran ante las Cortes Generales los atributos de la realeza: una corona de plata dorada, que culmina en la cruz sobre el orbe, y el cetro real del mando y la soberanía. Un cojín de seda roja soporta los emblemas.
La Galería de Colecciones Reales ha mutilado el logo de la Corona despojándola de la Cruz. Al responsable del evento le habrá parecido oportuno cercenar la Historia y la significancia de los signos con el propósito, supongo, de enmudecer la fe.
No saben los ejecutores que verse reflejados en la Cruz es mantener la civilización del amor en un mundo que tanto necesita de generosidades. Venimos de esa Cruz y de los valores que ella representa: en la medida que nos alejamos de su grandeza nos aguarda –ya lo estamos viendo— otra corona de espinas.