San Juan de la Cruz, precisamente por fundamentar su doctrina en lo más lírico de la Sagrada Escritura, tiene respuestas para todo. Y respuestas hermosas, de esas que enamoran al alma que no está enamorada para que su última andadura se lleve a cabo, en lugar de con pies de plomo, con pies de seda. Así nos describe al alma buscadora de Dios saliendo de sí misma en una noche oscura, después de poner orden en la vida interior, estando ya “la casa sosegada”.
Cuando la fe es débil o extraña o se pervierte para que dé la razón a quien no la tiene, terminará uno escribiendo, como Pessoa, el Libro del Desasosiego. A partir de los 75 años –antes mejor— hay que hacer recuento de las honestidades, de los perjuros, de los atrevimientos, de las rapiñas y de todo lo que es en general nuestra vida turbada. Porque a la eternidad de aquí abajo le quedan pocos años y hay que pensar en la definitiva… Si me permite el Presidente del Constitucional un consejo, le diría que las grandezas de futuro pasan por el sosiego de la conciencia.
En Veraluz, a esas edades, ya sólo se piensa en cómo disimular la blanca doble.