Se sufrió mucho en Veraluz cuando en 1979 el fundamentalista ayatolá Jomeini abolió en Irán la monarquía del Sha Pahlavi que, entre dos males, significaba una esperanza concreta. El cambio fue una teocracia inconcebible de velos y rigores.
Sin restarle un ápice de seriedad a aquel infortunio, creo que el mayor dolor de muchos veralucenses vino de que ya no se verían las preciosas esmeraldas en la corona de la Emperatriz. Esmeraldas, por cierto, que al parecer vendió la Reina Victoria Eugenia de España para sobrevivir dignamente ya que, con la pensión de viuda y soberana que recibía en tiempos de Franco, apenas si le llegaba para sombreros.
Ahora se queja Estados Unidos del incalculable peligro iraní, con semejantes bombas y riquezas en manos de otros locos. Pero fue Carter, el presidente americano de los cacahuetes, quien dejó caer al Sha cuando ya no necesitaba su petróleo.
Don Paulino Crespo, alcalde preclaro de Veraluz entonces, envió una carta a la embajada quejándose… ya se ha visto que no le hicieron caso.