El poder no cambia a las personas, solo les quita la necesidad de fingir. El justo protege, el ambicioso abusa, el inseguro se vuelve tirano. No es el poder el que corrompe, es el verdadero rostro de cada uno el que emerge cuando ya no hay miedo a las consecuencias (Anthony Hopkins).
El pasado 27 de abril, se publicaba en el diario ‘La Rioja’ un artículo firmado por Carmen Nevot, que se titulaba: “Radiografía de una cárcel que desafía el límite de su capacidad».
“Saturación, falta de personal, celdas dobladas y presos cada vez más violentos son terreno fértil de conflictos en una prisión con más de 300 internos cumpliendo condena.” Así comienza el artículo. Según la autora del artículo, los funcionarios de prisiones denuncian ciertas carencias, a saber:
Internos con problemas psiquiátricos: Esto ya está denunciado desde hace mucho tiempo. Lo han denunciado los expertos que han estudiado las cárceles desde hace más de 200 años. Pero a los operadores jurídicos les da igual. A los fiscales les dan puntos por las condenas largas y les importa un bledo que el reo padezca una enfermedad mental o no. A los jueces, más de lo mismo, y con informes psiquiátricos, pero como no se puede probar que en el momento de los hechos estuviera afectado por dicha enfermedad pues nada, a la cárcel, que allí te curarán. Olvidan nuestros jueces y fiscales que se curan los jamones y los embutidos, a las personas se las trata. Y eso no se hace en prisión.
Muertes en prisión: Habla el artículo de al menos tres muertes en la prisión, pero no nos dicen si fueron violentas, si murieron por alguna enfermedad o si se suicidaron. El hermetismo en este tema es absoluto entre los funcionarios. Todos los muertos en prisión han muerto de muerte natural. Si se ahorca en la celda, natural que se muera. Si le dan una paliza y lo dejan tirado como una colilla y sin atención médica, natural que se muera.
Teléfonos móviles: con respecto a este “problema” tenemos que preguntarnos donde está recogido, en qué ley está impuesta la restricción a las comunicaciones de los presos. La condena es privación de libertad (ambulatoria), ingreso en prisión. Y es ahí, en la prisión donde se restringen los derechos y las libertades que no figuran en la condena y siempre en base a la seguridad y a la prevención de la comisión de más delitos.
Los móviles están prohibidos en prisión. ¿Por qué? Nos dirán que por seguridad. Mentira. Nos dirán que para prevenir la comisión de nuevos delitos. Mentira. La realidad es otra. Control y vagancia. Los carceleros nos quieren controlados, pero no quieren trabajar. Se podrían autorizar los móviles con un control, pero eso aumentaría la carga de trabajo de los funcionarios. Se podría autorizar un correo electrónico, con control, pero les haría trabajar más. Es mejor restringir las llamadas telefónicas y que se efectúen desde la cabina a precio de oro, que liberalizar las mismas, aunque sea con control.
A todo eso hay que añadir que los teléfonos móviles, la gran mayoría de los que hay en prisión, los introducen los funcionarios a unos precios desorbitados, y se acabarían esos ingresos extras. O también se acabarían los favores sexuales, como los que ha prestado Ana Julia Quesada a varios funcionarios y trabajadores de la prisión de Ávila a cambio de un terminal móvil. (Noticia del día 7 de mayo en diversos medios)
Drogas: Más de lo mismo. La mayor parte de la droga que entra en prisión lo hace en las mochilas de los funcionarios. Durante el aislamiento que sufrimos durante la pandemia de covid, los presos no teníamos contacto con el exterior, no teníamos ni comunicaciones por “cristales”, así que la droga no podía entrar a través de los vis a vis. Pero seguía entrando droga. Yo lo he visto con mis propios ojos. La introducen los funcionarios al tripe del valor en la calle.
Les interesa que circule la droga. Ganan dinero extra y los presos están tranquilos. Y por eso no quieren perder el control de su distribución en el interior de la prisión.
Falta de personal: No es que falte personal. Está mal distribuido. De cada 20 funcionarios de prisiones, 19 trabajan para el régimen y 1 para el tratamiento, cuando la Ley Penitenciaria dice que “El fin primordial del régimen de los establecimientos de cumplimiento es lograr en los mismos el ambiente adecuado para el éxito del tratamiento; en consecuencia, las funciones regimentales deben ser consideradas como medios y no como finalidades en sí mismas.”
Lo que hace falta es más personal en tratamiento, más educadores, más trabajadores sociales, más psicólogos y más juristas, y menos carceleros, menos botoneros vegetando en las peceras.
Saturación: Por último, tocamos otro aspecto oscuro. ¿Dan dinero por tener presos en la cárcel? ¿Da dinero la UE? ¿Se piensan los funcionarios de prisiones que si no hay presos se van a quedar en la calle? Tenemos en estos momentos miles de presos cumpliendo condenas de seis meses a dos años, presos que podrían estar en sus casas o en un módulo abierto, en un CIS, si los hubiera o hubiese, porque nuestros políticos cacarean mucho sobre aumentar las plazas de terceros grados, pero no lo hacen, no construyen nuevos centros de inserción. Van parcheando como pueden. Como en la cárcel de Martutene. Los terceros grados tienen que salir a las 7 de la mañana y volver a las 11 de la noche, para pasar las 8 horas que la ley exige. Si no sales, te quedas encerrado en la celda porque no hay funcionarios para atenderte y el módulo se cierra. En Logroño lo mismo.
En lo único que puedo estar de acuerdo con los funcionarios de prisiones es que están dejados de la mano de Dios como nosotros los presos. La falta de interés general por los presos es endémica de todos los gobiernos, de todos los operadores y de la sociedad en general, que tan solo se acuerdan de nosotros cuando alguno termina su condena y vuelve a violar y a matar a algún niño o a alguna mujer. De esta forma se hace bueno el refrán que dice que tan solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
Alfonso Pazos Fernández
Es estremecedor lo que cuenta el señor Pazos.
Las cárceles están en manos de desalmados. que dimitan y se vayan
Interesante artículo de las condiciones carcelarias.
cuanta realidad y poco eco…
En España…y Madrid aún peor…