Transporte de presos

Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de reclusos. (Reglas Nelson Mandela)

Regla 73

1. Cuando los reclusos sean conducidos a un establecimiento o trasladados a otro, se tratará de exponerlos al público lo menos posible y se tomarán las disposiciones adecuadas para protegerlos de los insultos y de la curiosidad del público e impedir toda clase de publicidad.
2. Estará prohibido transportar a los reclusos en malas condiciones de ventilación o de luz o por cualquier medio que les imponga un sufrimiento físico innecesario.
3. El transporte de los reclusos se hará a expensas de la administración penitenciaria y en condiciones de igualdad para todos.

​Cuelga en el grupo de WhatsApp, un antiguo compañero mío del Ejército una noticia publicada en “Vozpópuli” el pasado día 8 de marzo, en la cual se denuncia por parte de la Guardia Civil, supongo que por alguna asociación de Guardias Civiles, el deplorable estado en el que se encuentran los furgones que el Benemérito Instituto utiliza para el traslado de los presos en España.

​Y digo en España, porque el Catalunya y en Euskadi, las competencias para este menester les pertenecen a los Cuerpos autonómicos correspondientes, a los Mossos y a la Ertzantza.

Se dice en el artículo que los furgones tienen más de un millón de kilómetros y que la mayoría de ellos carecen de cinturones de seguridad, para los presos, claro. Se acompaña una foto del interior de uno de esos furgones. Se puede apreciar que efectivamente no tienen cinturones y que el interior es totalmente metálico. Lo único que puede servir de separación y algo de seguridad, son las barras de hierro que sirven para delimitar cada asiento.

Se viaja de lado al sentido de la conducción, y eso sí, son sumamente estrictos en lo que atañe a la intimidad y protección de los presos al respecto de los insultos y la curiosidad del público en general. No se observa nada de afuera hacia adentro. Y lo mismo sucede de adentro hacia afuera.

Muchos ciudadanos de este país dirán que los presos deberían ser trasladados en perreras o como antiguamente se trasladaba a los presos por la Guardia Civil, andando y haciendo noche donde se pudiera. Si alguien quiere saber algo más al respecto tan solo tiene que leer el libro “Cuerda de presos” del insigne autor Tomás Salvador, que recrea el traslado del preso Juan Díaz de Garayo y Argandoña, llamado el “zurrumbon” y más conocido como el “sacamantecas” asesino en serie de varias mujeres en Vitoria y sus alrededores que fue detenido en los montes de León y conducido a la Audiencia Provincial de Álava por una pareja de Guardias Civiles, de los de antes, de capote y mosquetón.

Estos ciudadanos de pro, que opinan que a los presos ni agua hay que darles y que suficiente tienen con que se les traslade, hay que recordarles que las normas están para cumplirlas. Todas. Las que nos gustan y las que no. Si yo incumplo las normas y voy a la cárcel, ¿por qué a otras personas que incumplen las normas no se les castiga con la cárcel?

La ruindad y la falta de empatía de estas personas, que desgraciadamente son mayoría, se ve reflejada en la denuncia que realizó públicamente D. Joaquim Forn, quien por el año 2017 era el Consejero de Interior de la Generalitat y por lo tanto el responsable del traslado de presos en su comunidad autónoma, quién públicamente denunció lo mismo que ahora denuncian los miembros de la Guardia Civil, esto es, la falta de seguridad, la falta de cinturones, la vejez y el mal estado de las furgonetas, etc. Etc. Claro está, esto lo denunció cuando fue detenido y conducido a la prisión de Estremera en los furgones de la Guardia Civil.

Hay que ser muy ruin o muy gilipollas para denunciar ese hecho siendo el responsable de interior en su puto pueblo. ¿Es que en Catalunya los presos viajan en limusina? No tienes ni puta idea de cómo viajan tus presos hasta que tú te ves detenido y conducido a prisión.

Lo dicho ahora y en todas las ocasiones: los presos les importamos una puta mierda a todos, a la sociedad en general, pero muy en particular a los políticos.

Alfonso Pazos Fernández