La arquitectura y el poder

15 de mayo de 2025
4 minutos de lectura
El Capitolio de los Estados Unidos. | Fuente: Canva

RODRIGO AGOSTINI

La arquitectura no es solo una expresión artística o funcional, es también un lenguaje que comunica ideas, valores y poder. Desde las pirámides de Egipto hasta los rascacielos modernos, los edificios han sido utilizados por gobiernos, instituciones y líderes para proyectar autoridad, control y legitimidad. Cada estructura construida bajo el mandato de un soberano, un Estado o una corporación lleva implícita una declaración de principios, una voluntad de dominio o una expresión de ideología.

A lo largo de la historia, la arquitectura ha sido una herramienta esencial para materializar la grandeza de los imperios, consolidar la autoridad religiosa y manifestar la supremacía económica. No solo moldea los espacios donde vivimos y trabajamos, sino que también influye en la percepción que las personas tienen del poder y en la manera en que este se ejerce. Este ensayo explora la relación entre arquitectura y poder, analizando ejemplos emblemáticos y reflexionando sobre cómo esta disciplina sigue desempeñando un papel central en la configuración del mundo político y social.

La arquitectura como herramienta de poder

La arquitectura como herramienta de poder ha sido estudiada desde múltiples perspectivas. Michel Foucault, en su obra «Vigilar y castigar», analiza cómo los espacios arquitectónicos, como las prisiones y los hospitales, reflejan y ejercen control sobre los individuos. Según Foucault, la arquitectura no solo organiza el espacio, sino que también disciplina los cuerpos, configurando comportamientos y reforzando relaciones de poder.

Por otro lado, Lewis Mumford argumenta que las ciudades son el escenario donde el poder se materializa a través de la planificación urbana y la construcción de edificios monumentales. Las metáforas espaciales del poder, como los palacios reales, las sedes gubernamentales y los templos religiosos, han sido instrumentos de consolidación del dominio político y cultural. Así, la arquitectura se convierte en un código visual que expresa jerarquías y aspiraciones.

A lo largo de la historia, los grandes proyectos arquitectónicos han servido para marcar el territorio y proyectar la influencia de una civilización. En la antigüedad, las pirámides egipcias, el Partenón en Atenas y el Coliseo romano fueron símbolos de poder político y religioso. Durante el Siglo XX, la arquitectura se utilizó como una herramienta clave en regímenes totalitarios, como el nazismo y el comunismo soviético, donde los edificios monumentales servían para consolidar la autoridad del Estado.

En la Alemania nazi, el arquitecto Albert Speer diseñó estructuras como la Gran Sala del Pueblo, concebida para ser el centro de la nueva Berlín (Welthauptstadt Germania). Este proyecto monumental reflejaba la ambición de Hitler de proyectar una imagen de poder absoluto y de inmortalidad para el Tercer Reich. De manera similar, en la Unión Soviética, edificios como las Siete Hermanas de Moscú -rascacielos de estilo estalinista- sirvieron para mostrar la supremacía del socialismo y reforzar el control estatal sobre la población.

En la actualidad, los rascacielos y los centros financieros representan la hegemonía económica de las grandes corporaciones y países. En el futuro, la arquitectura seguirá siendo un instrumento de poder, ya sea en la creación de ciudades inteligentes, en la colonización de otros planetas o en la construcción de espacios que refuercen nuevas dinámicas sociales y políticas.

Ejemplos emblemáticos

* El Capitolio de los Estados Unidos es un edificio cuya cúpula imponente y su estilo neoclásico, simboliza la democracia y el poder federal. Su diseño evoca la arquitectura de la antigua Roma, asociando a Estados Unidos con la grandeza de las repúblicas clásicas. Además, su ubicación en el centro de Washington D.C. refuerza su papel como eje del poder político.

* El Arco de Triunfo en París, construido por Napoleón Bonaparte, es un monumento que conmemora las victorias militares de Francia. Su monumentalidad y ubicación en la Place de l’Étoile, desde donde se extienden doce avenidas, simbolizan el poder centralizado del Estado y su capacidad para dominar el espacio urbano.

* La Basílica de San Pedro en el Vaticano es una obra maestra del Renacimiento y el Barroco no solo es un lugar de culto, sino también un símbolo del poder espiritual y terrenal de la Iglesia Católica. Su enorme cúpula, diseñada por Miguel Ángel, domina el horizonte de Roma, recordando la autoridad papal sobre la ciudad y el mundo.

* El Burj Khalifa de Dubái se erige como el rascacielos más alto del mundo, símbolo del poder económico y tecnológico de los Emiratos Árabes Unidos. Su diseño futurista y su altura récord reflejan la ambición de Dubái por posicionarse como un centro global. Además, su construcción en medio del desierto demuestra la capacidad del ser humano para dominar la naturaleza.

Debate y desafío

La arquitectura no sólo refleja el poder existente, sino que también lo construye y lo perpetua. Los regímenes autoritarios suelen utilizar edificios monumentales y simétricos para transmitir una sensación de orden y control. En contraste, las democracias tienden a favorecer diseños más abiertos y accesibles que reflejan valores como la transparencia y la participación ciudadana.

En Alemania, durante el nazismo, Speer diseñó estructuras que buscaban transmitir la inmortalidad del régimen. En la Unión Soviética, los rascacielos estalinistas eran una muestra del dominio estatal sobre la sociedad.

Por otro lado, en países como Estados Unidos, Dinamarca o Francia, la arquitectura pública tiende a enfocarse en la funcionalidad y la apertura, promoviendo la idea de acceso ciudadano y participación democrática.

Los parlamentos con grandes ventanales, los edificios administrativos sin barreras visuales y los espacios públicos accesibles son ejemplos de cómo la arquitectura puede fomentar una percepción de transparencia y equidad.

En la actualidad, el poder económico también se manifiesta en la arquitectura a través de edificios corporativos y megaproyectos urbanos. El auge de las smart cities y las infraestructuras sostenibles plantea un nuevo desafío: ¿La arquitectura seguirá siendo un reflejo del poder de unos pocos, o podrá democratizarse para mejorar la calidad de vida de todos?

A lo largo de la historia, la arquitectura ha sido utilizada como una herramienta para comunicar y ejercer poder. Desde los palacios reales hasta los rascacielos modernos, los edificios no solo sirven a funciones prácticas, sino que también transmiten mensajes políticos, sociales y culturales. La arquitectura puede ser utilizada tanto para someter como para liberar, para imponer una ideología o para fomentar la convivencia.

En un mundo cada vez más globalizado, la arquitectura sigue siendo un lenguaje universal que refleja las aspiraciones y los valores de quienes detentan el poder. Como dijo Winston Churchill: «Damos forma a nuestros edificios y luego ellos nos dan forma a nosotros».

*Por su interés reproducimos este artículo de opinión de Rodrigo Agostini publicado en El Litoral.

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