Hoy: 6 de diciembre de 2024
En la tradición católica el nombre de Judas va asociado a la traición y simboliza la vergüenza y la infamia de alguien que entregó a Jesucristo a la muerte a cambio de 30 monedas de plata. Es habitual referirse al ‘beso de Judas’ o considerar a alguien ‘más falso que Judas’ cuando se reniega de valores y principios o cuando se engaña o se miente.
No está muy claro qué le llevo a hacerlo. Los analistas tienen diferentes versiones y entre ellas aparece la avaricia, pero sea cual sea, el nombre de Judas va ligado por los católicos a todo lo abominable desde hace más de dos mil años.
Un personaje de la actualidad política me recuerda irremediablemente al Iscariote porque, como él, también pasará a la historia ligado a la traición y a la mentira: Pedro Sánchez.
El actual presidente en funciones del Gobierno español está cerrando los últimos flecos de su felonía y, como Judas, culminará la traición, éste al pueblo español, a cambio de un puñado de votos para mantenerse en el poder.
A Judas le pagaron los sacerdotes con unas cuantas monedas a cambio de su señor, y a Sánchez los independentistas y herederos del terrorismo etarra que todavía no ha pedido perdón por sus crímenes, le pagarán con un puñado de votos, los que necesita para alimentar su adicción a la Moncloa.
Sánchez Iscariote está haciendo justo lo contrario de cuanto prometió antes de las elecciones.
Ha mentido a los que le entregaron su voto al cambiar de criterio porque, sí, se ha apoyado en los terroristas, ha concedido el indulto a los golpistas catalanes, habla de lealtad de un Gobierno representado por decenas de diputados y de hasta tres ministros que intentaron boicotear el acto de la princesa Leonor, y asume ahora abiertamente la amnistía a los delincuentes independentistas para garantizarse la poltrona.
Una vez demostradas sus enormes cualidades como sinvergüenza, malandrín, chulo, arrogante, imbécil, crápula, arribista, mentiroso, pelele, maligno o adicto al poder, ha estafado a los españoles con votos que se le dieron para justamente lo contrario de lo que predica ahora.
De su ‘necesidad y virtud’ nos encontramos con el entreguismo ruin a las exigencias y demandas de vascos y catalanes tirando de chequera -se habla de condonar a Cataluña una deuda de 15.000 millones-, de retirar el Ejército de Navarra o de transferir el servicio de cercanías de Renfe y el control de la red viaria.
Las maneras políticas de Sánchez Pérez-Castejón están amparadas en el secretismo y nada se sabe por los ciudadanos hasta dónde ha llegado en sus concesiones para sumar los apoyos que necesita y hasta dónde ha troceado el país y la caja para tener la simpatía y el favor de los enemigos de España.
Hechos consumados
Practica la política de hechos consumados y maniobra con la distracción, habilidad en la que ha sometido y adiestrado a sus ministros y dirigentes orgánicos del partido para que todo se haga sin ruido, sin cámaras, sin llamar la atención y evitar así el revuelo social.
Ha pisoteado al Poder Judicial, al que ahora arrincona y somete a la sorna de los separatistas, impunes en el futuro para sus tropelías, y ha ninguneado la experiencia de hombres de Estado socialistas como Felipe González, contrario a decisiones que serán graves e irreversibles, muchas de ellas con nocturnidad y alevosía.
Sus cambios de opinión y giros inesperados, cuando no confusos por su Ejecutivo Frankenstein, arruina la imagen de España en la política exterior en conflictos como la guerra de Ucrania o, más reciente, en Oriente Próximo entre Israel y Hamás.
Tanto es así que incluso siendo presidente de turno de la UE se ha quedado fuera de los círculos de referencia en los acuerdos y decisiones europeas al respecto.
Sin escrúpulos
Ha demostrado no tener escrúpulos para continuar en el poder, incluso hincándose de rodillas ante el fugado Puigdemont con fotos sonrojantes en el domicilio de un personaje con cuentas pendientes con la justicia española, al que primero quería meter en la cárcel y ahora le rinde pleitesía. Ha dejado que humille a España y a sus instituciones.
Sánchez Iscariote usa la política en beneficio propio y el de sus apesebrados, aunque para ello tenga que pisotear a un gran país que, todo hay que decirlo, tiene lo que se merece porque así lo ha querido en las urnas: un mentiroso redomado y un dañino avezado.
Vemos que las cualidades que identifican a Judas y a Pedro están en el arte de la traición y la falsedad, pero ¿en qué se diferencian? Hay algo, sí, solo una cosa y es importante: Judas sintió remordimientos por traicionar a Jesús y se ahorcó de un olivo.
En Sánchez Iscariote, tras esa sonrisa burlona con la que desprecia las críticas, no se aprecia el más mínimo sentimiento de pesar por mentir y traicionar la unidad española y la solidaridad territorial para evitar ciudadanos de primera y de segunda. Al contrario, saliva al ver tan cerca cuatro años más en la Moncloa.