Si echáramos la vista hasta unos cuantos años atrás y cualquier conocido o conocida nos comentara con ilusión que su sueño es dedicarse a la investigación, probablemente además de sentirnos orgullosos por esa persona, la animaríamos sin lugar a duda a perseguir esa idea costara lo que costara. Pero ¿cuál es en realidad ese precio actualmente? ¿Es rentable para los jóvenes españoles investigar en nuestro país? ¿Todo su esfuerzo se ve recompensado con verdaderos beneficios?
Todas estas preguntas es muy probable que nuestros jóvenes científicos (y no tan jóvenes) se las hayan formulado al menos unas cuantas veces, tanto al inicio, durante y final de sus carreras. Justo en estos días, la mayoría de los alumnos que han realizado este año las Pruebas de Acceso a la Universidad se encuentran eligiendo qué hacer el curso que viene. Muchos de ellos optarán por un Grado que les permita realizar una carrera investigadora en un futuro y aportar algo novedoso a la ciencia para que la calidad de vida de las personas se incremente, en el mejor de los casos. Sin embargo, también es muy probable que conforme vayan avanzado en su trayectoria universitaria, les vayan poniendo obstáculos de todo tipo en el camino.
Empezando por la problemática de la nota media del expediente académico. Si tienes menos de un 8 sobre 10 al finalizar tu carrera universitaria, probablemente ya no puedas acceder a gran parte de las becas para realizar investigación pública y también privada. De ahí, cogerán a los mejores expedientes que en raras ocasiones bajan del 9 de media.
Proseguimos con la necesidad de que los futuros científicos vengan ya con una experiencia profesional de varios años que en la mayoría de los casos resulta imposible adquirir. Un joven que acaba una carrera de cuatro años, la cual seguramente no le deja tiempo para nada más que para dedicarse a ella también en sus ratos libres. Él tendrá que realizar un máster, casi obligatoriamente, de un año mínimo de duración para intentar acceder a su primera oportunidad laboral, para que lo primero que le digan es que o tiene experiencia o un expediente perfecto o poco pueden hacer por él.
Es desmoralizante para muchos ver que tanto esfuerzo, como tiempo e incluso dinero invertido, de sus familias o propio, no sirven de nada al acabar su formación académica y que se encuentran en el mismo punto de partida que al inicio de la carrera. Incertidumbre, miedo a enfrentarse al futuro y rabia por no saber si han escogido lo adecuado, a pesar de que era su pasión, son sentimientos a los que más de uno se habrá enfrentado.
Por si esto no fuera poco, aquellos que con mucho trabajo llegan a conseguir una beca para realizar un doctorado, se encuentran con el poco apoyo de las Instituciones Públicas. Aunque en los últimos meses hemos visto ciertos avances para disminuir la precariedad de los investigadores españoles, no paramos de recibir una de cal y otra de arena, puesto que el pasado 23 de junio en el Congreso de los Diputados, se votaban algunas enmiendas de la Ley de Ciencia impulsada por el Gobierno, la cual una de ellas proponía incrementar el salario mínimo para los investigadores predoctorales. Nada más y nada menos que 209 diputados votaron que no, mientras que solo 40 dieron el visto bueno. Solo por estar en formación, los jóvenes investigadores cobran un 56% menos que el resto, aun dedicando el mismo número de horas a su trabajo o incluso más. Está muy bien apoyar el talento investigador español, pero no se puede permitir que los científicos empiecen trabajando “gratis” realizando la misma jornada que otros y menos viendo lo complicada que se está volviendo la situación económica de nuestro país actualmente.
Debido a esta situación, se está dando un auge de egresados de carreras científico-técnicas que optan por realizar un máster privado que les abra las puertas de la industria, por el módico precio de incrementar en, aproximadamente, unos 10.000 euros más su formación. Al fin y al cabo, parece que en la mayoría de los casos solo pueden permitirse investigar aquellos jóvenes que tengan una elevada estabilidad económica que les permita trabajar sin recibir una retribución adecuada para poder vivir o que puedan permitirse pagar un máster privado.
En conclusión, por mucho que se estén dando ciertas mejoras en el ámbito de la investigación en nuestro país, queda aún mucho por recorrer. Cada vez más jóvenes se desencantan de la carrera investigadora por todas las puertas cerradas que se encuentran a su paso y porque una vez que parece que han llegado a la meta, todo lo que habían soñado no era como se imaginaban. Los científicos se enfrentan a duros proceso de selección para llegar a tener un sueldo precario y jornadas laborales interminables, por lo que al final acaban abandonando sus aspiraciones. Así se está creando un país con miles de posibles futuros científicos del más alto nivel que no quieren volver a pisar un laboratorio nunca más.