MERCEDES ÁLVAREZ
No son pocos los creadores que –parafraseando a Pessoa– han querido marcar sus “improntas firmes en la historia”, mixturando con paciencia el entramado de los acontecimientos y las vidas sentimentales de sus personajes. En múltiples relatos, desde clásicos como La guerra y la paz o Rojo y negro hasta la trilogía de Olivia Manning sobre la Primera Guerra, pasando por obras maestras del cine como Cabaret o Reds (la película que Warren Beatty filmó en 1981 sobre el periodista estadounidense John Reed), podemos encontrar esta idea totalizante que Jenny Erpenbeck (Alemania, 1967), despliega en su última novela, titulada Kairós, con la que ganó el premio Booker Internacional en 2024. Pero todas estas son ya obras del pasado.
Cabe preguntarse hasta qué punto se puede relatar hoy la vida sentimental de las personas del mismo modo que se hacía en 1830, o incluso en 1981, y mantener la atención del lector por más de trescientas páginas, por más que la acción se sitúe en Berlín Este, unos años antes de la caída del Muro y este telón de fondo tenga en sí un interés particular. La historia de amor que Erpenbeck elige es un clásico de clásicos: una chica de 19 años conoce a un escritor de 50, casado y padre de un hijo.
Mientras Katharina, quien no ha conocido otra cosa que la vida en la República Democrática Alemana, intenta prefigurar su futuro, y en medio de las limitaciones de su entorno consigue unas prácticas para estudiar escenografía y vestuario, un pasaporte inesperado para viajar a Colonia, y acceder de refilón a la vida capitalista por unos días, Hans está ya de vuelta de todo. Casi vencido, podríamos decir, luego de haber vivido el nazismo y la posguerra, época en la que “aprendió en Berlín a pensar, abrigar esperanza y emborracharse”. Ahora, en cambio, la juventud se ve lejana. En cuanto a la esperanza, “lleva ya un tiempo viendo los rabanitos crecer desde abajo”.
Que un hombre de más de 50 quede infatuado por una chica de 19 años no es novedad. Tampoco lo es que la chica empiece aceptando el matrimonio de su amante y después llore amargas lágrimas por la existencia de la esposa. Lo que sigue resulta inevitable: la separación no ocurre y Katharina se busca un amante. La reacción de Hans será establecer, por un tiempo que –en la novela– resulta interminable, una especie de relación sadomasoquista que Katharina aceptará para poder perdonarse a sí misma, en un ida y vuelta de correas de cinturón y cartas crueles que no ahorran detalles: “Me resultas tenebrosa. […] Hace apenas ocho semanas andabas revolcándote con ese por el suelo. Cuando pienso en ello, ya no sé de qué va en realidad esto”.
Luego de la cima de exabruptos, Erpenbeck pasa a manejar modulaciones. La apuesta narrativa es clara: una relación se deteriora como se deteriora una sociedad entera, hasta la inevitable caída del muro de Berlín. En la novela están los ecos del hecho histórico, no el relato de los hechos. Los mejores, casi brillantes, párrafos de este libro están cifrados en esas páginas finales, desencantadas y melancólicas, en que la autora relata la vida cotidiana después de la caída del Muro y describe el “fin de lo deficiente”, la ropa cosida a mano, los edificios ruinosos: todo aquello que va quedando arrastrado por las prístinas superficies del capitalismo.
En cuanto a la historia de Hans y Katharina, cabe preguntarse, como lo hizo Vivian Gornick en su libro El fin de la novela de amor, si es posible hoy escribir páginas como estas en un mundo que ya no cree en el amor como capacidad transformadora de la existencia. Hay algo que, a pesar de todos los esfuerzos de una escritora sin dudas notable, resuena hueco en el corazón del lector.
¿Puede existir hoy una Anna Karenina? Seguramente la respuesta es “no”. Del mismo modo, una Katharina como la de Erpenbeck resulta una apuesta anacrónica, no importa qué fecha de nacimiento y qué localización geográfica se le atribuyan. No es casual que el libro verdadero que encierra este libro aparezca cuando la materia del amor está ya completamente destruida.
Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Mercedes Alvarez, publicado en Clarín.
Jenny Erpenbeck, la RDA y el desencanto de una generación