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Insensatos

insensatos

Una imagen del espacio del telescopio James Webb de la NASA. | Fuente: NASA / ESA / CSA / I. Labbe / R. Bezanson / Europa Press

En la desordenada niebla que es la vida, escribe Lorenzo Saval, la locura trasmite un cierto placer que, añado yo, adoctrina a unos pocos en su desenfreno.

Los insensatos, es decir, los que colgaron lo objetivo y valioso de la verdad en la única percha que sólo puede sostener locuras, han sido en la Historia una pesadilla para los que nunca hemos creído en el oráculo de Delfos ni nos hemos paseado desnudos en las calles del espanto.

El trigo y la cizaña crecen a la vez como la estupidez con el encanto, el desequilibrio con la razón. La insensatez es la voz travestida de la demencia. Isaac Newton nos alumbra: “Puedo calcular el movimiento de los cuerpos, pero no la locura de la gente”.

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