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Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación de Vélez-Rubio

Esta semana visitaba un monasterio de carmelitas descalzas. A solas, a una religiosa de noventa años se le desgarró la anchura de su boca para decirme literalmente: -“No creas que he perdido los fuegos del amor primero. Ellos siguen siendo mi única riqueza”…

En este tiempo de amor, tan humanado, donde la austeridad es en muchas casas nuestras una obligación, indispensable es recordar, cuando se tienen dos pares de sandalias, que hay otros pies que van sin ellas. Bueno es recordar que la abundancia tiene sentido cuando se comparte. A Dios se llega más prontamente si nos acompañan las generosidades.

En las alturas de la necesidad y, a pesar del maltrato que sufre por algunos, la Iglesia da la cara, ofreciendo la suya, por los pobres. Ahí están, para dolor de todos, las cada vez más largas colas del hambre.

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