Sólo ha cumplido 55 años, si bien tiene en la cara una tristeza antigua, como de haber acumulado sinsabores…, pero no me hagan caso porque yo casi siempre me confundo. Escribo de la señora candidata a las elecciones europeas por el Partido Socialista y vicepresidenta tercera del Gobierno, que ha despreciado (puede que sin querer) a don Felipe González por considerarlo hombre del pasado.
Mi voto siempre fue razonable, nunca emocional, según capacidades demostradas y relativas coherencias. De todos modos, con las políticas pasa como con las suegras al valorar a las nueras, que nunca son suficientes. Pero Felipe González (sin olvidar las turbulencias…), dignificó la Presidencia del Gobierno con su postura y apostura ante las muchas cosas aún sin resolver de aquella España. Estas ministras, acostumbradas a las modas, creen que la Verdad es cosa de un tiempo que ellas piden sea olvidado porque “ya no se lleva”.
Solicitando su voto para las europeas, a la señora ministra le sucede como a una dama de alto copete que me cansó dos horas hablándome de un pájaro que tuvo, de canto irremediable en jaula acampanada. Su hija, al despedirme, me confesó que su madre nunca tuvo un pájaro aunque, en su casa, siempre hubo una jaula.