JESÚS RETANA VIVANCO
Es muy común encontrar gente enojada por donde quiera. El disgusto se les nota con solo decir “buenos días”; “buenos los tenga usted primero”… diría yo. El humor se ha perdido y es difícil encontrarlo a pesar de las búsquedas que se hagan y se recurra a todas las técnicas que hayamos visto en el cine, teatro o la televisión.
Durante años se pensó que el humor estaba íntimamente ligado a los jugos vitales de una persona, lo cual no se comprobó científicamente. Dejemos la especulación del origen del término, vamos a calificar el humor como redentor, aquel que nos hace humildes. El humor que de repente se convierte en un acto de amor, no lo mal interpreten, no es un amor ciego, sino un amor agudo y bien intencionado cuyo principal mandato es la hilaridad con una carga de humildad que nos permite aludir a aquel mandamiento: “Ríete de tu prójimo como de ti mismo”.
Si tuviéramos que definir el enojo, diría que es un estado de confusión que nos hace interpretar la realidad con señales agresivas a las que nuestro cerebro responde normalmente con disgusto o violencia.
Después de este sexenio no creo que nos alcance el tiempo para resarcir lo que hemos perdido del México no tan lejano que vivimos. Son unos cuantos años y ya perdimos todo. No habrá manera de reencontrar el futuro promisorio que se vislumbraba. Somos una sociedad emocionalmente saturada en ese contexto de enojo con un común denominador: la frustración que nos acongoja y nos hace explotar; mal manejada nos hace perder el control súbitamente, puede convertirse en una fuerza destructiva tanto colectiva como individual.
Los desmanes en Los Ángeles, California, donde se exhibió una fuerza descontrolada de protestas aparentemente del lado de los inmigrantes indocumentados, es para pensar en lo que estamos haciendo; sea provocado o no, está fuera del orden que un país como Estados Unidos, con un presidente que repudia todo lo que huela a migración y si es mexicano peor, enfurece violentamente mandando todo su poderío para aplacar la revuelta.
Ya ni revisar a detalle el enojo que nos ocasionan todas las trapacerías del régimen cuatrotero: Las finanzas del país, el recorte presupuestal, la debacle en el sector salud, la violencia, la inseguridad, el saqueo a Pemex con el huachicol, la inflación a las nubes. Todos los efectos de la reforma al Poder Judicial que se nos dejarán venir en cascada, la corrupción rampante que permea en las entidades de gobierno, y la cereza del pastel: la relación tan tensa con nuestros vecinos del norte, enfrentada al Señor Naranja que responde donde más nos pega… el aumento de los aranceles, el agua, la cancelación de la exportación del ganado por el gusano barrenador, los inmigrantes, el narcotráfico, etc, etc. Uuuuuffff, vaya situación. A eso agréguele que no tenemos políticos más o menos honestos que nos representen en ninguna entidad gubernamental, mucho menos una oposición que haga una palanca alternativa para un cambio.
Todo esto nos ocasiona un enojo permanente además de los problemas personales que le pegan a nuestras finanzas e inhiben cualquier esfuerzo para superar lo que se había logrado, a pesar del PRI y del PAN.
Por eso, ver gente enojada hoy día es lo más común.
*Por su interés reproducimos este artículo de opinión de Jesús Retana Vivanco publicado en Diario de Yucatán.