ALFONSO PAZOS FERNÁNDEZ
Un policía no tiene más autoridad por llevar pistola o la porrita
Según la tradición de este país, los funcionarios de prisiones de Cataluña aprovechan la muerte de la cocinera Nuria que no era funcionaria de prisiones, para reclamar lo que llevan pidiendo toda la vida: más sueldo, menos trabajo y que se les reconozca el estatuto de Agente de la Autoridad.
Más sueldo. Difícil. Pero no imposible. Menos trabajo. Imposible. ¿Agentes de la Autoridad? Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, autoridad es:
Del latín auctorĭtas, -ātis.
- f. Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho, o de derecho.
- f. Potestad, facultad, legitimidad.
Sinónimos: poder, potestad, mando, dominio, imperio, jurisdicción, arbitrio, facultad, prerrogativa poderío, atribución. - f. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.
Sin.: prestigio, crédito, influencia, ascendencia, influjo, peso, valía. - f. persona que ejerce o posee cualquier clase de autoridad.
Sin.: gobernante, dirigente, jefe, oficial, mando, superioridad, jerarquía.
Dicen que de esa manera serán más respetados dentro de la cárcel y los presos se lo pensarán dos veces antes de agredirlos e insultarlos, al implicar un delito de atentado contra la autoridad cualquiera de esas acciones.
Yo leo el diccionario a menudo, recurro a él con bastante frecuencia y me guío por lo que pone. Exactamente ¿Qué es lo que quieren los funcionarios de prisiones?
La primera acepción para la palabra autoridad es la de “Poder que gobierna o ejerce el mando de hecho o de derecho.” Esta no creo que sea la que ellos piden ya que esta ya la tienen. Los funcionarios de prisiones son los amos, dueños y señores de todo lo que hay dentro e la cárcel ellos ordenan y mandan y ejercen ese poder de gobierno, ese mando, de hecho y por derecho. De hecho, la comparación que yo hago habitualmente de la cárcel es la de un feudo medieval. Está el Sr. Conde o el Sr Marqués, los caballeros, los pajes, los lacayos y los campesinos o siervos de la gleba, esto es los presos.
La segunda acepción tampoco creo que sea la ellos quieren. Tienen la potestad de hacer lo que les viene en gana. Tienen la facultad de hacerlo. Y los jueces les legitiman para hacerlo, como estamos hartos de verlo y sufrirlo. A esto hay que añadir que tienen la presunción de veracidad de lo que dicen han visto u oído. Tanto ante la Comisión Disciplinaria, que da por bueno todo lo que dice un funcionario, como los jueces de vigilancia penitenciaria que no lo ponen en duda en ningún momento.
La tercera acepción es la que más me gusta a mí. Será por mi pasado militar. Ese prestigio y crédito que se le reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia. Ciertamente la autoridad no viene con el cargo.
Un policía no tiene más autoridad por llevar pistola o la porrita. La autoridad no está en la placa o en el uniforme, sino en su saber estar, en ser humano antes que justo. La autoridad de un policía se obtiene hablando bajo, no gritando, atendiendo con amabilidad y deferencia a los ciudadanos.
Un juez no tiene diez kilos de autoridad en sus puñetas de encaje. La consigue dictando resoluciones ajustadas a derecho, bien motivadas, aunque sean contrarias a nuestros intereses, y no como hacen algunos, que dictan sus resoluciones a golpe de talonario o para complacer a los políticos de turno que le han puesto en la poltrona. Un juez recarga su depósito de autoridad cada vez que cuando se equivoca, lo reconoce y enmienda lo mal hecho. De estos creo que no conozco a ninguno.
El funcionario de prisiones tiene autoridad cuando no miente en los partes disciplinarios, cuando no exagera los hechos, cuando es cortés y amable con los familiares que vienen a visitar a un preso. Un funcionario de prisiones tiene autoridad cuando a pesar de que un preso haya agredido a un compañero suyo no lo lleva al módulo de primeros grados, le dan una paliza con ayuda del equipo de rugby, y a los días lo “cundan” a otra cárcel, donde lo están esperando para darle la bienvenida los funcionarios de allí. Un funcionario de prisiones tiene autoridad cuando hace su trabajo, cuando no vegeta en la pecera, cuando sale al módulo y se relaciona con los presos a su cargo, cuando habla con ellos, cuando se preocupa por sus problemas, etc.
Así se consigue ese prestigio y ese crédito. No con un carné, una placa, una pistola, una porrita o una toga con puñetas de encaje de bolillos.
Lo cierto es que no es necesario otorgarles dicho estatuto de agente de la autoridad. El artículo 550 del vigente Código Penal establece que “son reos de atentado los que agredieren o, con intimidación grave o violencia opusieren resistencia grave a la autoridad, a sus agentes o funcionarios públicos, o los acometieren, cuando se hallen en el ejercicio de las funciones de sus cargos o con ocasión de ellas.”
Lo cierto es que no se castiga igual. El atentado a un agente de la autoridad se pena con entre 1 y 4 años, mientras que el atentado a un funcionario se pena con entre seis meses y 3 años. Dejamos de lado el apartado 3 que eleva las penas a quien ose atentar contra nuestros dirigentes, jueces y fiscales.
No obstante, el artículo 551 en su apartado 4º eleva las penas al grado superior:” cuando los hechos se lleven a cabo con ocasión de un motín, plante o incidente colectivo en el interior de un centro penitenciario.” Esto es entre 3 años y un día a 4 años y poco.”
Ahora bien, yo pregunto: ¿Ustedes creen que Iulian Odriste, el asesino de la cocinera de la cárcel de Tarragona se pensó en algún momento si ese atentado estaba más o menos castigado? El que está dispuesto a matar y a morir, le da igual si eres o no agente de la autoridad. En la cárcel no se piensa en eso. Viene un funcionario borde y mal educado, te suelta una lindeza de las habituales en ellos, y si ese día te han dado una mala noticia, como por ejemplo que tu madre está en el lecho de muerte, o que tu mujer te deja por otro, simplemente le revientas la cara de una hostia y punto, sin pensar en las consecuencias, y mucho menos en las legales.
Cuando se te pasa el calentón piensas primero en la paliza que te van a dar tres o cuatro funcionarios en tu celda a las tres de la madrugada. Después piensas en la “Cunda”, en el traslado forzoso y todo lo que ello conlleva. El aislamiento en celda te da igual, así tienes más tiempo para relajarte. Luego te viene a la cabeza que ya estabas en tiempo de pedir permisos o que los tenías cerca, pero que ahora con esta cagada se vuelven a alejar, cuando no a olvidarte de ellos. Del tercer grado ni te acuerdas. Y en lo último que piensas es en que se te alarga la condena un poco más.
La autoridad implica un poder. No creo que sea bueno darles más poder a los funcionarios de prisiones. Recuerdo una frase del insigne Alberto Vázquez Figueroa en su libro “Cienfuegos V”: “El ejercicio del poder engrandece a los grandes y empequeñece aún más a los pequeños, y la Historia ha demostrado en un millar de ocasiones que cuando el azar sitúa a un hombre mezquino en un puesto de máxima responsabilidad, raramente se realzan sus virtudes, sino que más bien se suelen acentuar sus más íntimos defectos.”