Francisco: mover lo inamovible

23 de abril de 2025
3 minutos de lectura
Papa Francisco. | Fuente: EP

YURIRIA SIERRA

El papa Francisco ha muerto. Su fallecimiento, confirmado en la mañana del 21 de abril de 2025 en el Vaticano a los 88 años, marca el final de un pontificado que durante doce años desafió los límites de la institución más antigua y jerárquica del mundo. Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano, llegó al trono de Pedro en 2013 con la promesa de una Iglesia “pobre y para los pobres”, y con el impulso de una agenda reformista que, aunque no siempre fructificó, dejó una huella indeleble.

Doce años son apenas un suspiro en la vida de una institución que se extiende por mucho más de doce siglos. El tiempo, ese juez implacable, resultó insuficiente para quien se propuso reformar una estructura tan vasta y compleja, con vicios arraigados y corrupciones enquistadas en la entraña de la Iglesia. Sin embargo, Francisco intentó, como casi ningún otro pontífice del último siglo, abrevar directamente del ejemplo de Jesús de Nazaret, reconociendo en él un perfil psicológico, filosófico y político mucho más social, incluyente y compasivo.

Francisco apostó por una Iglesia más inclusiva, menos obsesionada con la moral sexual y más comprometida con los marginados y las causas sociales. Uno de sus gestos más audaces fue el impulso para que las mujeres ocuparan cargos de alto nivel en el Vaticano. Por primera vez en la historia, religiosas como Simona Brambilla y Raffaella Petrini accedieron a puestos de máxima responsabilidad en la Curia. Francisco llegó a afirmar que “la Iglesia es mujer” y que uno de los grandes pecados de la institución había sido “masculinizarla”. En el terreno de la moral sexual y la inclusión, Francisco fue más lejos que cualquiera de sus predecesores recientes.

Defendió la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar pudieran recibir los sacramentos, desafiando un tabú central del catolicismo y generando intensos debates dentro de la jerarquía. Frente a la comunidad LGBTTTIQ, el papa abogó por el respeto y la no discriminación, insistiendo en que “las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia” y apoyando la creación de leyes de convivencia civil para parejas del mismo sexo.

Su pontificado adquiere un significado especial en estos tiempos en que asistimos al preocupante resurgimiento de la extrema derecha y todas sus intolerancias. Su defensa de los migrantes, su crítica al capitalismo desenfrenado y su compromiso con la causa ecológica lo convirtieron en un contrapeso moral frente a líderes que promueven el nacionalismo extremo, el rechazo al diferente y la negación de la crisis climática.

No obstante, el pontificado de Francisco estuvo marcado por la imposibilidad de transformar a fondo una estructura tan resistente al cambio. La curia, los viejos cardenales y los sectores más conservadores respondieron con filtraciones, maniobras de sabotaje y abierta oposición. El propio Papa reconoció que la reforma fue la tarea “más exigente” de su vida, y que enfrentó “la mayor resistencia al cambio”. “He sido convocado a una batalla”, escribió en sus memorias, consciente de que la verdad y la transparencia siempre encontrarían enemigos poderosos en una institución acostumbrada al secreto y la opacidad.

Al final, el legado de Francisco es el de un reformador que abrió puertas y ventanas en la Iglesia, aunque muchas de ellas sigan apenas entreabiertas. Su mayor logro quizá no fue cambiar la doctrina, sino haber permitido —y defendido— el debate, la escucha y la inclusión. Sembró semillas de cambio en una tierra dura, y aunque no todas germinaron, su pontificado será recordado como el de un Papa que se atrevió a incomodar, a desafiar y a poner en el centro a los olvidados.

La Iglesia católica, tras su muerte, enfrenta el reto de no cerrar de nuevo las puertas que Francisco, con esfuerzo y no sin dolor, logró abrir. En un momento histórico donde el autoritarismo y la intolerancia resurgen con fuerza, la figura de Bergoglio permanece como testimonio de que, incluso las instituciones más antiguas y conservadoras pueden intentar evolucionar hacia una mayor fidelidad a sus principios fundacionales: el amor, la compasión y la dignidad humana como valores no negociables.

*Por su interés, reproducimos este artículo escrito por Yuriria Sierra, publicado en Excelsior.
Francisco: mover lo inamovible 2025/04/22 | Excélsior

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