La verdad es que Europa sirve para muy poquito. Nos ha defraudado a muchos esa ambigüedad de no acertar el hilo con su pespunte y estar, como la Hilandera de Vermeer, con la aguja levantada sin atreverse a herir el bordado desde el color de la verdad.
Mantener el respeto a la independencia de cada País y, al mismo tiempo, poder intervenir, pero muy poquito, derivan en que “ni se muere padre ni comemos”. Eso está ocurriendo, por ejemplo, entre lo legal y lo legítimo de nuestra amnistía, extraída con fórceps del vientre de una madre, España, que ya no da para más. Por menos se suicidó Ganivet.
Desenvaino del libro de Robert Schuman, Pour L´Europe, en 1963, la posible solución a los desconciertos e infortunios: “Europa es la realización de una democracia general en el sentido cristiano de la palabra”. En otro lugar del libro: “La democracia será cristiana o no será democracia. Una democracia anticristiana será una caricatura que naufragará en la tiranía o en la anarquía.