Estar enamorado es un frenesí, una ilusión, es un estado emocional que te hace sentir una euforia incontrolable con un deseo continuo de estar con la otra persona.
Sientes que es lo mejor que te podía pasar. Es una sensación sublime, mientras dura, y darías hasta tu propia vida por conservarlo.
Os admiráis mutuamente, os queréis por encima de todo y no permitís crítica alguna ni desconfianza entre los dos. Queréis ser solo uno, coincidir en ideas y deseos por un futuro unidos. Deseáis pasar el resto de vuestras vidas juntos, hasta vuestro final. Es la mejor época de la vida y esta sensación suele tener en muchos casos, más de los deseados, fecha de caducidad.
Sin embargo, el amor es más real con los pies en el suelo y con las ideas más claras para convivir en paz y unidos. Lo primordial es el vínculo que se crea, entre las dos partes y lo esencial es conservar esa libertad, que nos da la confianza en nuestros propios proyectos de vida en común. Es más complicado, pero aquí entra el cariño que se ha ido creando “en el primer tiempo del partido”.
Conocer hoy en día a esas parejas que han sobrevivido es de admirar por haber triunfado en esa carrera elegida de vivir la vida acompañados en ese fragor de esas contiendas continuas que se crean durante la convivencia.
Por eso, el impulso primero, si eres capaz de gestionarlo con mesura, dentro de tu enamoramiento, te proporcionará las bases necesarias para llegar a la meta triunfante.
Y esas manos, ya ajadas por el tiempo transcurrido, continuarán unidas en un abrazo simbólico de entrega y cariño. Cuidarlo, sois los únicos protagonistas de la magnífica obra de la vida que elegisteis libremente. El guión lo escribisteis al enamoraros, los cimientos poco a poco los pusisteis vosotros con el empeño en lograr el éxito.
Y el milagro se creó al amaros.