Un equipo de científicos de la Universidad de Stanford ha identificado con precisión el momento en que una persona entra biológicamente en la vejez. A través del análisis del plasma sanguíneo de más de 4.200 individuos de entre 18 y 95 años, el estudio encontró que las proteínas en la sangre son indicadores clave del envejecimiento, revelando cambios en el cuerpo que permiten establecer distintas etapas de la vida.
“El cuerpo cambia cuando lo hacen las proteínas”, explicó el investigador principal Tony Wyss-Coray. A partir del seguimiento de 1.379 proteínas que varían significativamente con la edad, los expertos determinaron tres fases claras del envejecimiento: adultez, madurez tardía y vejez.
La adultez se extiende de los 34 a los 60 años, donde los primeros signos de desgaste físico aparecen lentamente. La madurez tardía va de los 60 a los 78 años, con cambios más notorios en la memoria, la fuerza y la movilidad. Finalmente, la vejez comienza a los 78 años, cuando el cuerpo pierde gran parte de su capacidad de reparación.
En esta última etapa, el deterioro físico y mental se acelera. Los expertos destacan síntomas como la pérdida de masa muscular, problemas cognitivos, alteraciones en el sueño y deterioro sensorial. También son comunes los problemas de equilibrio, que elevan el riesgo de caídas.
Además, el envejecimiento se hace evidente en la piel, con arrugas, manchas y otros signos visibles. Aunque estos procesos son naturales e inevitables, comprender cómo y cuándo ocurren puede ser clave para preparar una mejor calidad de vida en cada etapa.
Los investigadores sostienen que este conocimiento abre la puerta a estrategias preventivas más eficaces. La identificación temprana de los cambios biológicos permite intervenir antes, con hábitos de vida saludables que retrasen el deterioro y promuevan un envejecimiento más activo y saludable.