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Esquelas

Cruz. | Fuente: Pexels.

Conocí en otro tiempo a un señor que leía diariamente el ABC para cumplir con las familias de los muertos que en las esquelas aparecían. Hasta que una mañana se encontró con la suya y se echó a temblar creyendo que era verdadera. El texto decía lo siguiente: Don Argimiro Podestá, ha dejado de estar y, si estuviera, que salga, para que deje de estarlo.

Motivos tenía don Argimiro para sentir escalofríos con lo que bien sabía él que no era una broma. Llevaba tiempo en que su señora, al verlo desolado, le preguntaba: “Argimiro, ¿qué te pasa? Y Argimiro, como respuesta, se servía una generosa copa de brandy para ver si en el alcohol estaba diluida, borracha, su conciencia.

Porque, en el fondo, el cumplidor Argimiro con los muertos ajenos quería cerciorarse si, entre los difuntos, había alguno que él hubiese arruinado, destruido, calumniado en los tiempos en que era Jefe y mandaba como un autócrata, sin importarle otra cosa que mirar a los demás como si fueran desgraciados.

Pero don Argimiro no aprendió a balancear el tiempo y sus naufragios. Y, sin que pasaran muchos días, por la imprudencia de “salir”, fue su mujer la que leyó en el ABC la indiscutible esquela de su esposo.

pedrouve

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