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España al desnudo: El fraude 

Portada del libro El rey al desnudo.

Portada del libro El rey al desnudo.

IRMA FERRER

Estos días reverberan sobre las imágenes del retorno momentáneo de Juan Carlos I a Sanxenxo y Madrid escenas que Ernesto Ekaizer describe en lo que quizá sea uno de sus “episodios nacionales” más polémicos: El Rey al desnudo. Historia de un fraude El autor disecciona con precisión de cirujano la trama económica, judicial y amorosa que protagoniza el entonces rey y Jefe del Estado Juan Carlos I. 

            Ekaizer escribe cual abogado que expone los hechos en una querella: es preciso, concreto y veraz. Adjunta al texto el conjunto numerado de documentos que, ordenados cronológicamente, acreditan lo narrado. Coloca al lector ante un relato incontestable, aporta una visión histórica, vincula los autores con cada uno de los hechos e identifica a los colaboradores necesarios. Describe con exactitud todos los elementos del tipo. El Rey al desnudo, se configura como la calificación definitiva de una trama continuada que afecta directamente a la Casa Real y de la que sólo puede concluirse que, la segunda parte del título, Historia de un fraude, es una cualidad genética de la saga. Condenadamente hereditaria. 

            Sin embargo, este ejercicio de taxonomía de la corrupción del Jefe del Estado se complementa con la revelación que, leyendo entre líneas, se manifiesta como una historia digna de ser considerada una obra literaria de surrealismo mágico. Leer entre líneas es un acto reflejo. Al igual que hiciera Don Juan Manuel en el Cuento XXXII de El Conde Lucanor, Ekaizer descubre la traición de la que se hace gala en la Casa Real, pero también retrata la corte, la justicia, los pícaros tejedores, el pueblo y el mal de la cobardía que, tan peligrosa como el miedo, padece todo un Estado. No en vano, los primeros delitos perseguidos por las sociedades organizadas fueron aquellos que afectaban a la comunidad: la cobardía y la traición. 

            Documentar un relato sobre esta triste herencia no es fácil en un país donde la corrupción es el sistema. No creo que sea una actividad inocua. La impunidad es un delito en sí mismo. Aportar luz en aquellos rincones donde habita la oscuridad es un acto de valentía. Escribir, publicar y presentar públicamente El Rey al desnudo es un ejemplo de lucidez digno del personaje que advierte al Rey: “Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso digo que o yo soy ciego, o vais desnudo”. 

            La desnudez de este país, en términos de fraude democrático, debería ser causa de rubor común; sin embargo, tan acostumbrados estamos en convivir con la corrupción que no percibimos el mal olor que produce todo proceso de descomposición. Los delitos del Jefe de Estado se proyectan sobre toda la estructura democrática, contagiando al país de una permisividad para el saqueo verdaderamente suicida. La falta de responsabilidad del Emérito, tras la constatación de la comisión de actos delictivos, es caudal hereditario de la Casa Real. Gracias a la inacción del Poder legislativo la irresponsabilidad del Jefe del Estado se extiende al Poder Judicial, y del Judicial al Poder Ejecutivo. El fraude institucional se consuma cuando el imperio de la ley y los principios generales del Derecho se inclinan ante el ladrón con la aquiescencia de los poderes del Estado. 

            El Rey al desnudo describe con detalle este sistema fallido en que se ha convertido este país tras años de un ejercicio democrático impostado, adulterado desde su origen. La desnudez es la visión grotesca de esa impostura democrática en la figura del inviolable, el fraude son unas instituciones extractivas, debilitadas, cuyo engranaje funciona por la grasa de las comisiones, el tráfico de influencias, el blanqueo, el enriquecimiento ilícito, el clientelismo, la arbitrariedad, el partidismo, el vasallaje… 

            Cuando permitimos que la cúspide de la estructura del Estado sea inviolable, irresponsable, impune, la exhibición del ejercicio despótico del poder irradia sus maliciosos efectos sobre todo el país. No es casual que el mismo día en que el Emérito paseaba su impunidad entre yates de vela, Feijóo proclamaba en el congreso del Partido Popular en Madrid que no iba a hablar más de la corrupción que ha llevado a la condena de su partido en múltiples sentencias firmes. En la misma semana que escuchábamos las pornográficas conversaciones de Cospedal con Villarejo la irresponsabilidad de nuestros representantes públicos se institucionaliza. 

            La falta de mecanismos de control y fiscalización gangrena el sistema democrático  con la misma facilidad con que la Casa Real ha institucionalizado su impunidad tras años de dejación de la obligación de fiscalizar y controlar las actividades del Rey por parte de los sucesivos gobiernos. Los partidos de los gobiernos autodenominados constitucionalistas, se muestran cómplices y partícipes de los actos de la corrupción real. El aparato del Estado al servicio del saqueo.   

            Leer el libro es una vacuna contra la estulticia. Contarlo y recomendarlo un ejercicio de responsabilidad cívica obligado. Conocer la trama y sus personajes previene de ser  víctima de la  burla nacional. Mirar de frente la inmensidad de nuestra desnudez, entender el relato impúdico que se revela entre líneas es sólo apto para adultos. Pongo con este articulo mi granito de arena en el empeño de adquirir la mayoría de edad en este país, por eso recomiendo la lectura del libro y su difusión. Cubramos con decencia y conocimiento esta España desnudada pues conocer la verdad es el único camino que permite superar el miedo. 

Irma Ferrer es abogada que vive y lucha contra la corrupción en Lanzarote, Islas Canarias. 

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