Al morir sin descendencia Carlos II de España, último rey de los Austrias, señaló claramente en su testamento, como sucesor, al nieto de Luis XIV e hijo del Delfín de Francia, Felipe de Anjou. Su padre era el más inútil y vago de los pretendientes; su abuelo, el más astuto y sibilino de los monarcas.
Había que casar al nieto cuanto antes y se pensó en Luisa Gabriela de Saboya que, aunque tenía 13 años, podía unificar criterios y ventajas políticas. La princesa de los Ursinos fue la elegida para el oficio de celestina.
El joven rey Felipe V, desde muy temprano, tenía hechuras y ansias de hombre desenfrenado y al parecer no tardó en ejercer la coyunda que, al final, terminó siendo muy apetecida por la esposa.
El rey de España no sabía palabra de castellano; piamontesa era la reina con las parecidas aptitudes y, sin embargo, se entendieron en la cama divinamente… Los españoles, como suele ocurrir ahora con los que nos gobiernan, importaban poco: para dar… morcilla, no hace falta saber idiomas.