Errejón y la periodista Mouliaá irán a juicio para que cada uno exponga ante otro juez su versión sobre el supuesto ataque sexual

25 de agosto de 2025
4 minutos de lectura
El juez descarta imputar a Mouliaá por presionar a una testigo y tampoco investigará a Errejón por hablar con otro
Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón, en imagen de archivo. /EP
La opinión del fiscal pesará en la pronta decisión del juez Carretero sobre la oportunidad del juicio

Hubo un tiempo, pretérito, en que el exportavoz de Sumar y de Podemos, Íñigo Errejón, se desgañitaba diciendo que no existían las denuncias falsas en materia de violencia doméstica, o de género, como gusta decir a las ultrafeministas, que solo admitían falsedad en un 0,000000001%. Ni tampoco en las de índole sexual.

Y él e Irene Montero, ahora eurodiputada, ganando al mes unos 23.000 euros (que, por cierto, no reparten con nadie), forzaron, además, que en España haya ahora una ley llamada del sí es sí, que returce la presunción de inocencia y conduce (a veces) al disparate y a la indefensión más absoluta (del hombre). Errejón ya no piensa así.

Ahora dice que la denuncia que le puso Elisa Mouliá por agresión sexual sí es falsa. Toda una novedad estadística. ¿Acaso la suya es la excepción de la regla?

El que hizo la Ley de Violencia de Género, que, a juzgar por la estadística, no ha resuelto nada pese a los miles de millones que se llevan todos los años determinados lobbies jurídicos, fue el exministro de Zapatero Juan Fernando López Aguilar, hoy eurodiputado.

Concepción Arenal

Refutando a Concepción Arenal («Más vale que haya cien asesinos libres que un inocente en la cárcel»), López Aguilar llegó a postular todo lo contrario que Arenal en defensa de su ley. Eso sí, hasta que le tocó a él beber de los efectos de su propia medicina: su mujer lo denunció por violencia de género, que él negó una y otra vez.

Le absolvió el Supremo, pero mientras pasó las de caín, envuelto en un lío mental indescifrable sobre la pertinencia de su ley tras sentirla en su propia piel.

Errejón, como él, también tendrá que sentarse en el banquillo por agresión sexual contra Mouliaá.

Las conversaciones de móvil que ha llevado Errejón al juzgado en las que claramente Mouliaá conspira con la amiga que le invitó a la fiesta en la que, según ella, Errejón se sobrepasó, no le van a servir de nada. Irá a juicio sí o sí, por muy nítidas que sean los diálogos del móvil.

Tal y como Errejón y Cía han elaborado la ley del sí es sí, absolver a alguien acusado de agresión sexual por una mujer es muy complicado en este momento en España. O cuanto menos, el juez se expone a que el ultrafeminismo, con o sin razón, lo acribille.

Ya no es como antes, cuando los jueces y juezas, en el ejercicio de sus conciencias, decidían sin sobresaltos la inocencia o culpabilidad de un reo. No existía presión mediática. Hoy sí, y no siempre razonable.

Decisiones marciales

Ahora es difícil el juez que logra abstraer su decisión de las críticas marciales ultrafeministas, que, al silbato de Irene Montero, por ejemplo, acaparan redes sociales con mensajes monolíticos que expanden urbi et orbi. Y rematan a cualquiera que ose opinar distinto o, simplemente, abogar por la presunción de inocencia. Si es que razonablemente la hubiera.

Errejón, pues, va a ser víctima de la doctrinilla del sí es sí que él mismo impuso y promulgó.

Una lectura sosegada del sumario y testimonios dados al juez revelan que Errejón aparentemente disponía de un permiso tácito para alguno de los actos que cometió, pero no parece que expreso para otros.

Si parece claro, no obstante, que en ningún momento forzó a Mouliaá a entrar en el dormitorio de aquella fiesta ni a estar con él esa noche, en la que ella se fue con él pese a que en cualquier momento pudo marcharse, por ejemplo, a su casa a ver a su hijo, pues le avisaron de que no se encontraba muy bien esa noche. Aun así se quedó con Errejón y fueron a la fiesta de marras.

Errejón ha mantenido en todo momento que no hubo imposición y que todo fue voluntario, con aquiescencia de Mouliaá. Esta, que denunció los hechos tres años después de ocurridos, mantiene lo contrario.

Recientemente han aparecido unos mensajes de Mouliaá con una amiga en la que Mouliaá la insta a secundar lo que ella dijo ante el juez, y donde la amiga cuenta, por contra, que va a decir al juez la verdad y le sugiere a Mouliaá que debió pensar bien lo que hacía antes de meterse en este berenjenal.

El titular del Juzgado 47 de Madrid, Adolfo Carretero -que es quien instruye la supuesta agresión sexual del cofundador de Podemos a la periodista Elisa Mouliaá, y que ya ha sufrido las arremetidas coordinadas del ultrafeminismo (que se puso de acuerdo para enviar casi simultáneamente al Consejo del Poder Judicial 800 quejas a través de Internet, tras filtrarse el vídeo del interrogatorio a Mouliaá en el que el juez solo hacía su trabajo)- lo tiene claro, según fuentes de sus colegas de la plaza de Castilla.

Errejón y Muliaá irán a juicio y allí que cada cual exponga de nuevo su versión, y que el juez al que le toque enjuiciar el caso decida a quién se cree y a quién no. Y que dicte la oportuna sentencia.

Lo que diga el fiscal en este asunto tendrá mucho peso. Si dice que a juicio, irán a juicio. Si pide el archivo y otras partes piden juicio, entonces el juez se lo pensará.

En condiciones de normalidad, este asunto previsiblemente habría concluido en archivo. Pero dada la peculiaridad de los afectados, lo más probable, casi seguro si el fiscal lo pide, es que Errejón y quien dice ser su víctima se sienten en el banquillo y allí se expliquen.

Será pues un tribunal diferente el que dictamine si Errejón es o no culpable.

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