Nathy Peluso vuelve a hablar claro. Lo hace sin estridencias y sin necesidad de polémica. La artista argentina defiende, una vez más, su derecho a separar lo profesional de lo personal. En un momento en el que la vida privada suele convertirse en contenido constante, ella elige otro camino. Su mensaje es directo: lo importante es su música, no su intimidad.
Su reciente paso por La Revuelta confirma esa coherencia vital. Hace casi un año acudía al programa tras dejar de beber y fumar. Entonces explicaba que cuanto mejor le iba, más necesitaba mantenerse conectada con la realidad. Hoy regresa para anunciar su próxima gira, que comenzará en 2026. El primer concierto tendrá lugar el 14 de febrero en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Después pasará por Madrid, Valencia y Pontevedra. El foco está donde ella quiere: en su trabajo.
A sus 30 años, Peluso atraviesa una etapa de madurez artística. Cuatro discos publicados y millones de oyentes mensuales avalan su recorrido. Su carrera se ha construido desde la constancia, la disciplina y una identidad muy marcada. No necesita exponer su vida personal para seguir creciendo. Su música ya habla por ella.
En las últimas semanas, su nombre también ha aparecido ligado a una ceremonia simbólica en Las Vegas junto a Tokischa, coincidiendo con la entrega de los Latin Grammy. El gesto, comentado y reinterpretado desde múltiples ángulos, volvió a abrir el debate sobre hasta qué punto la vida personal de una artista debe convertirse en contenido público. La respuesta de Peluso ha sido clara y serena: su vida amorosa no define quién es ni lo que representa, según Lecturas.
Lejos de alimentar la curiosidad ajena, la cantante ha construido una presencia pública muy concreta. Comparte imágenes, momentos creativos y fragmentos de su universo artístico, pero mantiene fuera del escaparate aquello que considera propio. No es una estrategia forzada ni una huida deliberada del foco, sino el resultado natural de haber priorizado siempre su carrera, su performance y su discurso artístico por encima del ruido social.
Esta manera de posicionarse también conecta con su discurso sobre el amor propio. Nathy Peluso no idealiza la seguridad absoluta; reconoce inseguridades, dudas y procesos internos complejos. Sin embargo, habla de ellos desde la honestidad y el aprendizaje continuo. Protegerse, poner límites y saber cuándo retirarse de ciertos espacios forma parte, para ella, de cuidarse de verdad.
En un entorno donde la sobreexposición parece casi obligatoria, Peluso reivindica otra forma de estar en la industria: visible sin ser accesible, poderosa sin ser invadida. Su mensaje no solo interpela a sus seguidores, sino que abre una reflexión más amplia sobre la fama, la identidad y el derecho a decidir qué partes de una vida merecen ser compartidas y cuáles no. Porque, como ella misma deja claro, no todo lo personal tiene que ser relevante para los demás.