Entre distintas interpretaciones me inclino por considerar que las mujeres vestidas de mantilla en la Semana Santa nacieron para acompañamiento de la Virgen en la tortura del Hijo muerto. Damas piadosas ponen todavía sus guantes y sus dedos en las cuentas del rosario, como quien pone su corazón en el perfil de las cosas, ajustándose de vez en cuando el velo negro que le cae ante la desesperación de la lágrima.
Se habla poco de las procesiones en el Triduo Santo de Cataluña. No obstante, estoy seguro que algunas matronas de las que levantan su voz en la política, reivindicando derechos y otras greguerías, lucirán también de mantilla en el sábado santo de sus soledades. Me conmovería ver a la señora Borras, tan imponente, con un cirio en la mano: “aquel trueno, vestido de nazareno”. O a la señora Marta Rovira, que tiene formas de catequista antigua, recogida su voz tras la celosía de los encajes. Y, preferentemente, a la señora Rahola, quemando con cera líquida los argumentos de los que no piensan como ella e intentando convencer, doliente y transfigurada, que Cataluña es el fruto de una conquista.
…Pero ellas no quieren hacer ruido entre el dolor de nadie. Sólo visten de negro si es para llenarnos de sombras.