Con toda razón suele decir mi hermano que la diferencia entre un anciano pobre y uno rico, es que el pobre, a la noche, se toma un yogur, mientras el rico puede darse el homenaje de comerse dos. Ambos carecen de estómago y dentadura para cualquier banquete donde se satisfagan los apetitos.
De ahí que sea difícil explicar las ambiciones desmedidas que se dan en aquellos que sucumben a las mordidas, sobornos y otras malversaciones que permiten comprarse casoplones donde la mayoría de las habitaciones están cerradas porque luego no hay quien las limpie… porque cuando se consigue algo en detrimento de otros, la sombra de los resultados nos persigue.
Bruselas es mentira. Los partidos políticos que allí se acomodan buscando un sueldo y hoteles confortables, son mentira. Mentira lo que proponen y los cambios de compañerismo en las ideas: interesan los intereses. Y los comisarios que sostienen a la señora rubia sin principios, un apaño colectivo que se lleva el tiempo mientras agrandan sus bolsillos.
¡Una mentira! Yo no sé para qué quieren tanto si, dentro de unos años, lo más que pueden cenar son dos yogures.