De tan a gusto como estaba don Antonio Machado en Madrid, gozando con su hermano de sus éxitos teatrales, en cierta ocasión puso un telegrama al director del instituto segoviano donde enseñaba francés: “Perdido tren, hoy y mañana”.
A nuestra abuela, que vivía en un pueblo a veinte kilómetros del nuestro y mucho nos quería, la visitábamos una o dos veces por mes. Su contento de vernos lo hacía visible en abrazos y regalillos. Pero nuestro alboroto de niños cansaba a cualquiera después de un par de horas. Entonces, la abuela se dirigía a nuestra madre, procurando que no se entendiera demasiado la ironía: “Ten cuidado con la hora, no vaya a ser que perdáis el tren”.
… Son como niños estos políticos nuestros. Y nos soliviantan demasiado. Lástima que por ahora estén decididos a quedarse, aunque pierdan el tren.