Hoy: 22 de noviembre de 2024
Un comentario que habría detonado el ataque no justifica la reacción “absolutamente desproporcionada” del asesino, que hirió 102 veces a su mujer con cuchillos y tijeras
El Tribunal Supremo (TS) de España rechazó aplicar el atenuante de estado pasional a un hombre que asesinó a su mujer; asestándole 102 heridas con cuchillos y tijeras, y desestimo que una frase de la asesinada pudiera justificar la reacción, “absolutamente desproporcional” del condenado a 24 años de cárcel.
Los hechos ocurrieron en julio de 2019, en la vivienda familiar, en la que también vivían sus hijos de doce y catorce años, en la localidad catalana de Tarrasa, provincia de Barcelona.
La Sala de lo Penal del Supremo desestimó el recurso del hombre y confirmó la condena a 24 años de prisión por el asesinato de su mujer, a la que asestó 102 puñaladas.
Los magistrados sostienen que no se cumplen los “requisitos necesarios” para aplicar el atenuante de estado pasional; ante el alegato del condenado, asegurando que, en el juicio oral, no quedó probado que su reacción surgió a raíz de un comentario de su mujer. “A mí lo que realmente me gustaría es que te tirases desde un puente, que te suicidases”, le habría dicho su entonces esposa.
“La frase proferida por la víctima, aun pudiendo ser hiriente, no es suficiente para atenuar el desproporcionado desarrollo ulterior de la ejecución de estos hechos, pues aun cuando fuera cierto que la víctima dijera al acusado que lo que quería era que se suicidara, no podría nunca considerarse como un estímulo suficiente para detonar la reacción del acusado”, sostiene la Sala.
En esta línea, los magistrados dejan claro que tampoco constituyen “ningún estímulo suficiente las circunstancias alegadas como son los problemas laborales, deterioro en la relación o no haber dormido bien la noche anterior”.
Además, el Supremo asevera que en sucesos como este, “relativos a asesinatos de violencia de género, por desgracia tan reiterados en nuestra sociedad, y sobre los que el derecho penal ha de dar una respuesta justa y proporcionada, correspondiente a la realidad que muestra esta lacra social, tan intolerable, el estado pasional tiene, como en todos los delitos, un espacio excepcional”.
UN ATAQUE SORPRESIVO Y CON ENSAÑAMIENTO
Los hechos, según recoge la sentencia de instancia -dictada por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 1 de Tarrasa, ocurrieron la mañana del 14 de julio de 2019. El condenado, “que se encontraba junto a su esposa en la cocina, actuando con la intención de matar” a su mujer, “le asestó numerosas puñaladas en la cabeza, cara, cuello, zona cervical, tórax y manos utilizando dos cuchillos, uno de los cuales se rompió, y unas tijeras, causándole 102 heridas, gran parte de ellas inciso contusas”.
El fallo detallaba que el hombre atacó a su mujer “de forma sorpresiva aprovechando que ella estaba desprevenida por la relación personal de confianza que mantenían y sin que la mujer pudiera pedir auxilio al encontrarse solos en la vivienda, ni huir, ni oponer ninguna defensa eficaz”.
Además, explicaba la sentencia, “algunas de las puñaladas que recibió se las asestó el acusado con la intención de causarle un mayor sufrimiento para morir que no era necesario para ocasionarle la muerte, provocándole efectivamente ese sufrimiento innecesario”.
El condenado alegó que el comentario supuestamente proferido por su mujer lo “enojó enormemente hasta el punto de sufrir un súbito descontrol emocional y alteración de sus capacidades intelectivas y volitivas que le llevó a apuñalar” a la víctima. Además, aseguraba que padecía una depresión con ansiedad y que cometió los hechos con sus facultades “gravemente alteradas”.
Sin embargo, el fallo de instancia recogía que su actitud en comisaría después de cometer los hechos era “de serenidad y tranquilidad”. Su “actitud de autocontrol queda también clara”, según explicaban los magistrados, “porque tuvo la entereza suficiente para enviar diversos mensajes de WhatsApp justo después de haber cometido” el asesinato.
Desde el momento que ocurrieron los hechos y hasta que salió de casa pasaron diez minutos en los que le dio “tiempo de lavarse las manos, mandar WhatsApp, mirar por la ventana y coger agua”.