Un joven, al que hace tiempo pude ayudar en su propio desafío, me garantizó: “No seré probablemente el mejor, pero te prometo que lo intentaré”. Ha pasado el tiempo y el desempeño de la promesa se ratifica en su obrar de cada día.
El Presidente del Gobierno en funciones ha prometido llevar a España a soñados paraísos, aunque sea uniéndose a quienes la bombardean con desprecios y mutilaciones. Pero sus promesas, lejos de acercarse a lo anunciado, nos arrojan visiblemente al desenfreno de su más absoluta incoherencia. Los precios de las cosas suben sin freno y no tiene bolsillos el despilfarro de sus ministros.
Si esto se llama progresismo, yo prefiero regresar a los tiempos en que a nadie se le ocurría el destrozo de España ni se jugaban las provincias con la baraja de las felonías. Seguro que habría otras injusticias, pero al menos nos privaban de ver este descaro chulesco, esta impunidad con que se cometen las de hoy.