Durante la Guerra Fría, la narrativa ideológica dominante estuvo marcada por la influencia de la izquierda, tanto en su vertiente marxista como en su versión liberal progresista. Esta hegemonía cultural se reflejaba en los contenidos producidos y difundidos por las principales agencias de prensa internacionales, que actuaban como multiplicadoras del relato de la izquierda global.
A esto se sumó, de forma decisiva en América Latina, el impacto propagandístico de la ‘revolución cubana’, que capturó la imaginación de generaciones enteras y convirtió a Fidel Castro y al Che Guevara en íconos mediáticos y culturales más allá del contexto político real de Cuba.
En ese ambiente hostil a todo lo que oliera a conservadurismo, los líderes de derecha —como Elías Wessin y Wessin por su rol a inicios y mediados de los años 1960 del siglo pasado, y más adelante presidentes como Joaquín Balaguer en la República Dominicana y Víctor Paz Estenssoro en Bolivia— cargaron con el peso de una desventaja comunicacional.
Sus actuaciones y políticas, por más defensoras de la libertad, efectivas y estables que fueran, eran filtradas a través del lente de una prensa y una intelectualidad capturada por la ideología de izquierda.
De allí que hasta hoy persista en el imaginario colectivo dominicano una visión distorsionada de ese período, donde las sombras de la represión se magnifican, pero se silencian los logros en estabilidad, desarrollo y soberanía.
El dominio narrativo fue tan profundo que incluso sectores cristianos, que por doctrina y valores deberían alinearse con principios conservadores, terminaron influenciados por el discurso de la izquierda, confundiendo solidaridad con colectivismo, y justicia social con estatismo.
Sin embargo, ese monopolio ideológico se ha quebrado. Con la irrupción de las redes sociales y el acceso democratizado a la información, el ‘juego en cancha pública’ se ha nivelado. Hoy la derecha política —en sus múltiples vertientes: conservadora, liberal clásica o libertaria— ha encontrado canales para difundir sus ideas, desmontar los mitos sembrados por la izquierda y defender sin complejos los valores de la libertad, la propiedad, la vida y la identidad nacional.
Ahora sí se ‘juega en cancha entera’. Ya no hay que depender de los editoriales de diarios sesgados ni de los voceros de las ONG extranjeras disfrazadas de defensoras de derechos humanos.
La batalla cultural se libra con nuevas herramientas, y cada día crecen las voces que desenmascaran la retórica rancia, fracasada y muchas veces hipócrita de una izquierda que ya no tiene el monopolio del relato, ni mucho menos el favor espontáneo de las masas.
*Por su interés reproducimos este artículo de Elías Wessin Chávez publicado en Diario Las Américas.