La longevidad ya no es un misterio exclusivo de avances médicos o condiciones ambientales como el acceso al agua potable. Si bien estos factores han sido claves en aumentar la esperanza de vida, hoy se reconoce cada vez más el peso de las causas psicológicas y sociales, que siguen siendo menos conocidas y utilizadas para implementar políticas de prevención eficaces.
Las investigaciones recientes destacan que los vínculos personales seguros y duraderos son cruciales, especialmente en la vejez. La soledad y el aislamiento están directamente relacionados con enfermedades cardiovasculares y neurológicas, por lo que contar con una red de apoyo amplia y estable mejora notablemente la calidad y duración de la vida, explica el psicólogo Ricardo Iacub en Clarín.
A medida que envejecemos, algunas relaciones centrales como la pareja o los amigos de toda la vida tienden a desaparecer o debilitarse. Esto plantea la necesidad de mantener un entramado de relaciones más diversas, involucrarse en nuevas actividades y evitar depender de unos pocos vínculos que puedan resultar insuficientes o demandantes.
No solo la sociabilidad influye en la longevidad, sino también el bienestar psicológico, entendido como un conjunto de factores que incluyen la salud mental, la movilidad, el estado funcional y la prevención de enfermedades. Estudios recientes confirman que mantener altos niveles de bienestar psicológico puede alargar la vida y mejorarla sustancialmente.
Una investigación de 2024, basada en un seguimiento de casi 6.000 personas mayores durante 23 años en EE UU, analizó dos componentes clave del bienestar psicológico: la satisfacción vital y el propósito vital. Aunque ambos están asociados a una vida más larga y saludable, se buscó establecer cuál de los dos tiene mayor impacto.
Los resultados fueron claros: el propósito vital, es decir, tener metas significativas y una dirección en la vida, predice mejor la longevidad que la mera satisfacción con la vida. Sin embargo, encontrar un propósito en la vejez es más complejo, ya que muchos de los objetivos tradicionales pierden relevancia con la jubilación o el cambio de rol familiar.
Contar con un propósito otorga resiliencia, ayuda a enfrentar las dificultades con menos estrés y promueve una vida más activa y comprometida. Por el contrario, la ausencia de metas puede generar apatía, ansiedad ante lo cotidiano y una desconexión con la vida. En definitiva, construir proyectos personales, especialmente en compañía de otros, parece ser uno de los caminos más sólidos para vivir más y mejor.
*Información del Doctor en Psicología