Ver el otro día al exministro José Luis Ábalos a la puerta de su casa de Valencia embutido en una camiseta chusca de verano fue un fogonazo del peor dadaísmo. La UCO lo acababa de pillar con otra puta/amante/amiga en su casa. En un registro. Y el perro sin comer… Era un hombre de triste figura, sudorosa, a medio afeitar.
Era la efigie de un líder caído, lejos de aquellos meses en que la banda del Peugeot, con Abalos, Koldo, Cerdán y Pedro, el niño Pollastrón, recorría España captando avales (o robándolos) para volver a conquistar la sede de Ferraz.
Aun no ha sido detenido, pero lo será; ya piensa en la cárcel, y allí acabará, casi seguro. Apesta lo que dice la UCO de él, y de Cerdán, y de Koldo… El niño, (entonces, todo un pollastrón de casi dos metros) tiene bastante con su mujer y su hermano. A él personalmente le acecha Air Europa. De momento.
Los tres tienen concomitancias extrañas. Koldo y Santos (Santi) Cerdán son especímenes aparte. En la banda del Peugeot, Pedro («te vamos a ganar las primarias, niño, y luego presidente, ¡¡¡cojones!!!», verdad Koldo. «Sí, señor…») era el incalificable.
Nunca se supo si iba o venía. Aun hoy, ni él lo sabe. Solo dice que se queda, que no se va.
Tanto se ha encadenado al sillón, que empieza a dar asco sentir el aliento en el cogote de un tipo que antepone su megalomanía al interés general. Ni con Tajín picante en el culo se levanta del sofá monclovita.
Tan enchufado al poder está Pedro que, sabiendo la que se le venía encima optó por resistir. Es mentira que se haya enterado de esta bacanal cuando salió el informe de la UCO; lo más gordo, lo sabe desde hace un año. O más.
Es el mayor ultraembustero de la democracia, de los que mueren matando. En la calle le tildan de psicópata, no padece.
Está más delgado, sí, pero no porque le preocupe el país; es la impotencia. Ahora es más peligroso que nunca. No puede salir a la calle, le dicen perrerías, le están perdiendo el respeto en su partido, y eso que saben que es vengativo. Las guarda y se las cobra.
Hay quien pagaría por escuchar un audio de 24 horas de estos cuatro jinetes dentro de aquel Peugeot electoral, en plena faena.
Y aún más por escuchar a Koldo y a Ábalos con varios whiskies encima, mirando de soslayo pasar las luces de neón de cutres prostíbulos de carretera.
Imaginándose Ábalos a sí mismo semiechado en la barra y abriendo su brazo heredado de torero para atraerse a la chica con el freno de su panza mientras acaricia una copa burbujeante con la otra.
Mientras Koldo le evalúa el género, sacando su parte crítica. Y diciendo, solo son mujeres, José, La Caty, la Lina, la Ruz…
Koldo tiene experiencia, protegió a muchas. Fue portero de puticlub. Y es impertérrito a los llantos femeninos de champán de barra. Sabe de antemano que le van a contar. Por eso, guía al jefe Ábalos en estos menesteres.
En aquellos días del Peugeot, en la mente de Pedro («¡Niño, cuando nos veamos con los militantes tú di que eres doctor en económicas, tú dilo aunque te lo hayan regalado¡») persistía la rabia del día que lo echaron de Ferraz tras esconder la urna detrás de una cortina. Ya entonces apuntaba en marranerías.
El niño Pedro, hecho un pollastrón que le sacaba varias cabezas a Ábalos, en aquel habitáculo de olores mezclados, solo esbozaba alguna sonrisa cómplice de la última burrada machista de Ábalos. O de Koldo. El Pollastrón ha visto de todo -su suegro era un fenómeno del mundo del alterne-, más que el Koldo portero de puticlub.
Mientras Koldo y Ábalos hablaban de putas y de alcanzar el Gobierno para forrarse y poder pagar a las mejores, el niño rumiaba venganza. Se excitaba cuando dejaban algún pueblo e iban contentos con las respuesta de los militantes que habían ido a visitar.
Cerdán se afanaba en aparentar desinterés por las cuitas sexuales que se soltaban sus acompañantes de viaje.
«Tú tranquilo Santi, pa’ti también hay, joder …». Santos Cerdán sonreía y agarraba el ofrecimiento.
Pero cuando más atención prestaba era cuando se hablaba de guita, del chorro de millones que pasarían por las manos «de Jose» si El Niño ganaba las primarias. Se les ponían ojos de bolillos.
«Pedro, hay que seguir con lo del no es no…eso da resultados que te cagas, que te vean como víctima del aparato», alumbraba Santi Cerdán viéndose en sueños sobre un maná de billetes, lo opuesto al olor de los bares de carretera en los que paraban para tomar un café o almorzar.
La pasta de la campaña era de don Sabiniano (17 puticlub en Madrid).
«Tenemos dinero, tranquilos, mi suegro lo paga todo».
«O sea, que con dinero de putas nos pagaremos nuestras putas si ganamos», acertó a balbucear Koldo, satisfecho de su agilidad mental.
Pedro a lo suyo, la venganza, el poder, imaginándose presidente del Gobierno. Miles de puestos y altos cargos a repartir. Don Sabiniano lo tenía bien cubierto de dinero. No le preocupaba eso.
Quería el poder… y sus colegas del Peugeot, la pasta. Y Begoña, la contable de las saunas de su padre, también la pasta, y el aparentar…
Y ser catedrática, cagar en alto, sentirse agasajada por la élite que antes la esquivaba en los prostíbulos. La primera dama.
Todo era demasiado bueno. Había que ganar las primarias sí o sí.
Koldo y Ábalos se vanagloriaban de las veces que ponían avales falsos. «Oye, mete las papeletas de esos dos que se han ido…», le dice Ábalos a Koldo. Está en el sumario de la UCO.
¿Cuántos avales falsos meterían en esas primarias, que teóricamente iba a ganar la andaluza Susana Díaz? Koldo, mamporrero ejecutor, lo sabe.
Los trayectos de la banda eran entretenidos. Las socarronerías de Ábalos, las ocurrencias de Koldo, al que tenían por el bruto tontito. Acaban de enterarse que el tontito les grababa a escondidas…
A Santi Cerdán solo le interesaba el dinero que podían amasar y, accesoriamente, estar al tanto para que Koldo o Jose (Abalos) le pasasen alguna de sus putas. Le tocaba lo peor. Pero no se quejaba. Tenía buena boca.
Mientras el niño de la cortina se miraba en el horizonte de la carretera levitando entre el poder.
Había que ganar como fuese. Vendían cualquier mercancía, trucada o no. Promesas todas.
Fue ahí cuando Pedrito aprendió de ellos el arte insano de vender para conseguir. Habría vendido hasta su suegro con Begoña en el pack para alcanzar el poder.
Y si es capaz de enajenar a su mecenas y a su amada, cómo no les vendería luego media España a los que quieren destruirla. Conquistar el poder, su obsesión. Con Bildu no, con Pablo Iglesias, tampoco («no podría dormir por la noche»).
Tras ganar las primarias y meter a sus secuaces en todas las áreas de poder de Ferraz, asió la presidencia del Gobierno en una moción de censura. Es usted un indecente, señor Rajoy, le llegó a decir.
Hoy, rodeado de fango, estiércol, cieno, barro y heces, Sánchez no sabe aún qué significaba aquella palabra que soltó a Rajoy.
El mismo día de la moción de censura, era un jueves o viernes, le pidió a Rajoy que se fuera esa misma noche de La Moncloa porque él quería dormir allí al día siguiente. Ansias de poder a espuertas.
El Gobierno de coalición progresista de Sánchez, como ampulosamente lo llama, es una amalgama de tipos que solo buscan sus intereses, saquear a España.
Por llegar al poder, si Puigdemont le hubiese pedido los calzoncillos, se los habría dado.
El problema surge y afecta a todo cuando lo que Puigdemont pide es la amnistía para cientos de catalanes incursos en procesos penales (y la da); le pide el control de las fronteras catalana (y se la da); el perdón de la deuda de Cataluña, unos 15.000 millones (y los da), y los cercanías (y los da), y la eliminación de la malversación del Código Penal (y la da); y que los etarras vayan a cárceles vascas para que allí los suelten, y que se vaya la Guardia Civil de Tráfico de Navarra y la alcaldía de Pamplona para Bildu (y lo da y lo hace)… Barra libre.
El niño que el otro día se parecía a Toro sentado desencajado y sin plumas, se ha inventado relatos de lo más variopinto para justificar sus barbaridades. El relato. No tiene escrúpulos.
Su mayor virtud acreditada no es su seudodoctorado en Económicas, es ser un ultraembustero. Y cada vez que abre la boca, la hemeroteca lo deja como a cagancho en Almagro. Le da igual. El otro día decía Ana Rosa Quintana que los del Peugeot eran unos «sinverguenzas».
El poder lo tiene subyugado. Veremos a ver si este tipo vestido de presidente deja el poder pacíficamente. Sin pirulas.
La olla solo le funciona para su autocomplacencia. O para la complacer de su amada dándole 475 millones a sus amigos de Air Europa. Y una cátedra en La Complutense. Sin ni siquiera ser universitaria. Por ser vos quien sois…
En aquel viejo Peugeot, la banda soñó millones por aquí y millones por allá, y chalés, barcos no porque se notaría mucho, y pasta, mucha pasta, para las mejores putas, y viajecitos… Y PODER.
En lo que seguramente no pensaron es en la UCO detrás de ellos. Y en que aquellas fantasías los llevarían al talego y al escarnio público. Por chorizos. Por robar.
Nunca un presidente de la España democrática abrazó tan de cerca la corrupción como aquel pollastrón aniñado (ya entonces media casi dos metros) del Peugeot. Y nunca un presidente de España ha despertado más ira y repugnancia en buena parte de la sociedad.
Y dice que no se va, que sigue, que España necesita su política (corrupta) frente a la derecha y la ultraderecha, y que sabe que estos ganarían si convoca elecciones.
Menudo argumento democrático para seguir en el sillón. Permanecer por bemoles en el sillón sin haber ganado las elecciones nunca y sabiendo que la mayoría quiere que se vaya.
Cuánto le costará ahora a los españoles que el pollastrón siga jugando a las mentiras en La Moncloa.
Un relato periodístico que necesita ser relatado de esa forma para transmitir el cúmulo de basura infecta que inunda en este momento la política de este Pais. Sólo un gran profesional como J.A.H es capaz de expresar la decepción que muchos sentimos.
muchas gracias, don Eladio
Estos personajes son el dadaísmo en su máximo exponente, figuras deformes de la realidad
No tiene escrúpulos ningunos
El Pollastrón es un niño grande con luces limitadas y obsesivo
El Pollastrón, jeajajajaja
ese da igual , el ábalos es una misma mietda pinchada en un palo» hay que preocuparse es de Pedro Maduro , si el pobre hombre ha comido o no, de su hermano que está dentro del fango y su mujer.
son unos chorizos.
Cualquier calificativo no los puede definir en su justa medida.
Es tal el cúmulo de desprecios hacia toda la poblacion de un país, que lo unico que les queda a tofos ellos, es desaparecer de nuestras vidas para siempre.
¡Si les queda algo de dignidad!
La dimisión es lo único que les libraría de la vergüenza que les está acechando.
La crónica es dura, pero retrata la realidad de los personajes que han gobernando España en los últimos Siete años. Y no se van… siguen… todo por la pasta, que es de derechas