Aunque desde luego no podía coincidir en muchas cosas con él, mi ilustre paisano Julio Anguita acuñó una frase que quedó siendo emblema de esta sociedad: “Calumnia, que algo queda”.
Como las querellas son muy lentas y el alma de cristianos no permite afilar las navajas, la mayoría de los calumniadores siguen impunes en su infamia sin que puedan ser respondidos en los mismos medios que ellos envilecen. Muchos personajes de este País, ajenos absolutamente a cualquier atropello que sale de la boca de estos terroristas verbales, mientras se descubre o no la bajeza, quedan sembradas las dudas en las tierras de su honestidad, como verdades a medias o posibilidades en el aire. Aquí todos somos culpables mientras no se demuestre lo contrario, cuando lo contrario es sólo la basura que emerge de corazones podridos.
Conozco a gente que está sufriendo sin que exista el menor asomo de verdad en lo señalado. Si, a la hora del juicio se descubrieran los acosos y tales personas fueran a la cárcel, no habría tantos deslenguados… De las calumnias siempre queda el polen de la duda. Razón tenía Anguita en eso; en lo demás, sus aseveraciones son perfectamente mejorables.
pedrouve