Le llamábamos Estanislao Vicisitudes porque, tras un encuentro con él, se purificaban las euforias y regresábamos a un estado de equilibrio realista del que nunca se debe salir demasiado. Estanislao fue, hasta su jubilación anticipada para detener a tiempo el contagio de su oficio, supervisor nocturno de un famoso psiquiátrico en Vizcaya, reconocido como Casa de Reposo, por más que fuera difícil encontrar sosiego en aquel laberinto de incertidumbres.
Casi todas las noches uno de los internos, Rosendo Ramos, se despertaba a deshora para gritar en el silencio de los pasillos: “¿Aquí no trabaja nadie? ¿Qué hacen todos durmiendo?”… Estanislao, entonces, le ofrecía una palmadita en la espalda con vasito de agua y su correspondiente pastilla.
Con tanto alboroto en estas madrugadas de sombra, es complicado que cada uno vuelva a su trabajo. La mitad de los españoles está pendiente de si el juez de turno ha citado a fulano de tal como testigo y sale como imputado. Si ha dimitido quien no debiera y quien debiera no dimite. Si…
Contaba Estanislao que Rosendo Ramos, en uno de sus levantamientos, pidió por caridad que le prepararan una tortilla francesa.
Pedro Villarejo