Me contaba un amigo de los que suelen ir por esos mundos de Dios dando conferencias o pregones en los festejos que, con mucha antelación, le habían solicitado en Villanueva de la Enjundia una loa de la patrona Santa Enriqueta, reina, para pregonar en su fiesta.
Antolín Maestre, que así se llama el amigo, buscó en internet, archivos y bibliotecas los datos necesarios para organizar sus pretensiones. Llegó el día de la santa, pagó de su bolsillo los gastos del viaje y Antolín fue muy aplaudido y premiado con un pisapapeles en el que sobresalía lacado el escudo de la corporación. Sin poderlo mediar, el conferenciante al recibirlo exclamó: ¿“Y para qué quiero yo un pisapapeles”?
…Suele ocurrir que muchos laboriosos ponentes tengan la casa llena de placas alusivas o distinguidos pisapapeles que ofrecen los señores peticionarios como excelencia de pago. Este es un modo cualquiera de no valorar los esfuerzos y, encima, aprovecharse de ellos.