El sábado tendrá lugar el funeral del Papa Francisco y Roma reunirá a delegaciones de 170 países con sus primeros ministros, reyes y presidentes a la cabeza. Es más fácil decir los que no acudirán, que son el ruso Putin, el israelí Netanhayu -los dos con órdenes de detención de la Corte Suprema por las guerras en Ucrania y Gaza-, el chino Xi Jinping y el tirano líder de Corea del Norte Kim Jong-un. Estos cuatro, de una u otra forma tienen cuentas pendientes con el mundo y su presencia no se entendería muy bien en el funeral de un hombre de paz y de bien como el Papa Francisco.
Tampoco se entiende que estén otros, como el presidente Trump, que ha chocado con el pontífice por sus políticas sobre migrantes y deportaciones y ha desoído una y otra vez los llamamientos de Francisco para ayudar aponer fin en la guerra de Ucrania con un acuerdo justo, que no es precisamente el que pretende el presidente norteamericano, partidario de que Ucrania ceda parte de su territorio a su amigo Putin, una línea roja que Ucrania no pasará.
Pese a todo a decidido asistir y se dará la circunstancia de que coincidirá con el presidente ucraniano Zelenski por primera vez desde su acalorada discusión en marzo en la Casa Blanca, en la que se puso de manifiesto la nueva postura en Washington con respecto a la guerra.
Desde aquel encuentro, ambos líderes sólo han mantenido una conversación por teléfono, en marzo, después de la reunión entre emisarios de Washington y Kiev en Arabia Saudí para avanzar en un posible acuerdo para poner fin a una guerra que Trump no supo medir cuando afirmó que acabaría con ella en 24 horas.
Zelenski se ha guardado mucho de no incurrir en los reproches sobre su supuesta ingratitud que tanto Trump como su ‘segundo’, el vicepresidente JD Vance, le lanzaron durante esa ya histórica cita en el Despacho Oval.
El saludo de Trump y Zelenski, igual que si no se produce, será una de las imágenes de un acto que reunirá a una extensa lista de líderes internacionales en un momento además en el que el jefe de la Casa Blanca no cuenta con sus mejores índices de popularidad en el exterior tras su arremetida arancelaria contra todos.
Por lo demás Roma será la ciudad del mundo en la que se darán cita los principales mandatarios en una concentración superior, incluso a la que tuvo lugar durante el funeral del Papa Juan Pablo II.
De España acudirá una delegación encabezada por los Reyes don Felipe y doña Letizia acompañados por las vicepresidentas Montero y Yolanda Díaz y el ministro Bolaños, a los que se unirá también el líder de la oposición Alberto Núñez Feijóo.
No estará el presidente Pedro Sánchez, para sorpresa de todos y la excusa de que no deben coincidir el jefe del Estado y el presidente del Ejecutivo, algo que no lo prohíbe ningún protocolo. De hecho, sí acudieron al funeral de Juan Pablo II el presidente Zapatero y el entonces Rey don Juan Carlos. Feijóo ha hablado de «descortesía» por parte de Sánchez y algunos analistas lo interpretan como un gesto para no coincidir con el Rey.
Aunque no vaya Pedro Sánchez el funeral por Francisco será un colosal evento político en el que se verán las caras líderes mundiales de 170 países. Además de Trump de América estarán presentes delegaciones de Brasil y Argentina, con el presidente Javier Milei, su hermana Karina (secretaria general de la presidencia), y varios ministros, entre ellos el canciller Gerardo Werthein.
De Europa, además de los Reyes de España, delegaciones amplias con sus presidentes de la cabeza de Portugal (el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, el primer ministro Luis Montenegro, el presidente de la Asamblea Nacional José Pedro Aguiar Branco y el ministro de Relaciones Exteriores Paulo Rangel); de Reino Unido (el príncipe Guillermo en representación de su padre el rey Carlos III y el primer ministro Keir Starmer); de Irlanda (el presidente Micheal D. Higgins, el primer ministro Micheál Martin y el vice primer ministro Simon Harris); Francia (con el presidente Emmanuel Macron, el ministro de Relaciones Exteriores Jean Noël Barrot y el ministro del Interior Bruno Retailleau); Alemania (con el presidente Frank Walter Steinmeier y el jefe de gobierno saliente Olaf Scholz); Mónaco (el príncipe Alberto II y su esposa Charlène); Polonia (con el presidente Andrzej Duda y el presidente del parlamento Szymon Holownia); Bélgica (el rey Felipe y la reina Matilde, el primer ministro Bart De Wever); Austria (el jefe de gobierno Christian Stocker), además de los jefes de Estado de Hungría, República Checa, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia, Lituania, Letonia, Moldavia, Kosovo y Países Bajos, una larga lista que cierran la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo Antonio Costa. También acudirá el secretario general de la ONU Antonio Guterres.
Y como es lógico la ciudad eterna se ha convertido desde hace unos días en la ciudad blindada con un inmenso despliegue de seguridad en el que participan más de 15.000 efectivos policiales, además del Ejército y unidades especiales que operan con los sistemas de control y vigilancia más sofisticados del mundo.
Eso no ha impedido que cientos de miles de personas hayan viajado a Roma para despedirse en el capilla ardiente del Papa Francisco. Él quería un funeral sencillo y despojado de boato, y en lo que dependía de él así está siendo, pero no podía impedir que el mundo, o buena parte de él se entregara en su despedida con muestras de respeto y cariño en reconocimiento a su labor.