El Papa se ha desplazado en un avión militar fletado por Australia desde Port Moresby hasta Vanimo, una localidad en el noroeste de Papúa Nueva Guinea, en plena selva húmeda tropical, donde ha denunciado el consumo de alcohol y de drogas en las poblaciones indígenas.
La ciudad está a 991 kilómetros de Port Moresby y en ella viven unas 11.000 personas, algunas de ellas en aldeas situadas en selvas impenetrables salvo con un machete.
En esta zona, una de las mayores selvas tropicales del mundo, amenazada por la deforestación y la avaricia de las empresas extractoras como la Amazonia, Francisco ha pedido terminar con los “comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación, el consumo de alcohol y drogas, males que aprisionan y hacen infelices a tantos hermanos y hermanas, también aquí”.
Además ha clamado contra las “rivalidades”, y ha instado a la sociedad papúa “vencer las divisiones, personales, familiares y tribales” y a “expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición y la magia”.
En esta antigua colonia australiana de nueve millones de habitantes, visitada por Juan Pablo II en 1984 y 1995, la violencia tribal es el principal lastre social junto a la pobreza y el analfabetismo.
“No lo olvidemos: el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar al mundo, porque tiene sus raíces en Dios. Por ello, debemos difundirlo y defenderlo, aun cuando hacerlo pueda costarnos incomprensiones y oposición”, ha dicho el Pontífice.
Al llegar, Francisco, al que le han regalado un sombrero tradicional hecho a mano por una de las tribus, ha saludado los más de 21.000 fieles presentes en la explanada de la Iglesia de la Santa Cruz de Vanimo donde ha pronunciado el discurso.
Francisco ha exhortado a los papúes a mostrar su mejor tesoro, que, más allá de sus paisajes paradisíacos, “se encuentra en sus corazones y se manifiesta en la caridad con la que se aman”.
“Este es el regalo más valioso que pueden compartir y dar a conocer a todos, haciendo famosa a Papúa Nueva Guinea no sólo por su variedad de flora y fauna, sus encantadoras playas y su mar cristalino, sino también y sobre todo por las personas buenas que allí se encuentran; y se lo digo especialmente a ustedes, niños, con vuestras sonrisas contagiosas y vuestra alegría desbordante, que fluye en todas direcciones. Ustedes son la imagen más hermosa que quienes parten de aquí pueden llevarse y conservar en el corazón”, ha añadido.
Al final del encuentro el Papa ha entregado la Rosa de Oro a la Diócesis de Vanimo, en un gesto de devoción mariana que fue seguido por la Oración de Consagración a María Tok Pisin.
En Vanimo trabajan desde hace décadas misioneros argentinos, algunos de ellos amigos del Papa Francisco, que le hicieron descubrir esta realidad. Y son ellos quienes se han reunido con el Pontífice de forma estrictamente privada.
Según han informado medios italianos, Francisco se ha llevado en el avión hasta Vanimo ocho maletas llenas de medicamentos y productos de primera necesidad destinados a niños pobres del lugar, así como a los misioneros que allí prestan su servicio.
Las maletas fueron empacadas hace aproximadamente un mes en Italia por el misionero argentino Alejandro Díaz. Originalmente eran diez en total, pesaban alrededor de 35 kilogramos cada una, y dos ya habían sido llevadas a Vanimo por este sacerdote.
Las otras ocho fueron recogidas por un colaborador del Pontífice, con vistas a ser transportados desde Roma y entregadas a su destino con motivo de la visita papal, un gesto que confirma el deseo de Francisco de ayudar de cualquier manera tanto a las comunidades locales como al clero misionero que trabaja junto a ellas.