Hoy: 14 de noviembre de 2024
El Museo Nacional del Prado abrirá el 19 de noviembre la exposición Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro, donde se mostrarán al público por primera vez cinco esculturas de madera policromada recientemente adquiridas. Estas piezas incluyen Buen ladrón y Mal ladrón de Alonso Berruguete, San Juan Bautista de Juan de Mesa, y José de Arimatea y Nicodemo, que pertenecen a un conjunto castellano medieval del Descendimiento de Cristo.
La incorporación de estas obras es un paso significativo para el museo, ya que permite “enriquecer” su colección de escultura española y brindar nuevas perspectivas sobre la importancia de la escultura policromada en el contexto del arte hispano. Esta muestra pretende resaltar la expresividad y el simbolismo de estas obras tridimensionales, esenciales para una comprensión completa del arte del Siglo de Oro en España.
Las esculturas de Berruguete, Buen ladrón y Mal ladrón, son particularmente notables por su singularidad plástica y la disposición de sus figuras. Estas obras de pequeño formato, vinculadas al conjunto de un Calvario, presentan un raro ejemplo de grupo de oratorio, en el que una figura se muestra de frente y la otra de espaldas, un diseño que apenas ha sobrevivido en el catálogo de Berruguete y que el Prado considera “excepcional”.
La escultura San Juan Bautista de Juan de Mesa representa al santo en actitud declamatoria, sosteniendo un libro sagrado con un cordero y vestido con una túnica de piel de camello y un elaborado manto rojo. La riqueza de los detalles decorativos de esta pieza, como el estofado dorado y los esgrafiados, refuerza su valor como representación devocional de la época.
Por último, las esculturas de José de Arimatea y Nicodemo forman parte de un conjunto medieval que ilustra el Descendimiento de Cristo de la cruz, aunque la figura de Cristo no se ha conservado. La importancia de estos personajes, activos en el descenso de la cruz y posterior entierro de Jesús, se refleja en las representaciones religiosas desde la Edad Media, destacando la función narrativa y litúrgica de estas escenas en la iconografía cristiana.