El helado, un alimento muy presente en la dieta española, no solo es un postre refrescante, sino que también puede tener beneficios para la salud si se consume con moderación y se eligen variedades de calidad. Su textura suave y su fácil deglución lo convierten en una opción interesante desde el punto de vista nutricional, siempre que esté elaborado sin aditivos ni conservantes.
Más allá de lo físico, este dulce frío tiene un fuerte componente emocional: al probar un helado, los aromas y sabores activan recuerdos y emociones ligadas a la infancia o momentos felices. Esto se debe a la conexión del olfato con el sistema límbico, la parte del cerebro que regula la memoria y las emociones. Además, los lácteos contienen triptófano, precursor de la serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”, y su dulzor promueve la liberación de endorfinas.
Precisamente por ese efecto emocional y físico, especialistas en oncología consideran que el helado puede ser un aliado durante los tratamientos contra el cáncer. La pérdida de apetito, las náuseas, el cansancio o la mucositis son efectos secundarios habituales, y la textura blanda y el frescor del helado facilitan su ingesta, ayudando a estimular el apetito en los pacientes.
Otro de los problemas frecuentes es la pérdida involuntaria de peso y masa muscular. En este sentido, los helados aportan energía en pocas cucharadas y pueden adaptarse a versiones más completas con proteínas, frutas o frutos secos, que complementen las necesidades nutricionales de los pacientes. Además, en casos de xerostomía (sequedad bucal), el helado ayuda a estimular la salivación y facilita la ingesta de otros alimentos.
Finalmente, el frío de este alimento puede contribuir a calmar la inflamación de la mucosa bucal, un efecto secundario común en quimioterapia o radioterapia. No obstante, los expertos advierten de que no debe tomarse demasiado frío para evitar molestias adicionales. En suma, consumir helado de forma moderada y controlada no solo puede mejorar el ánimo, sino también aliviar algunos de los síntomas más duros del tratamiento oncológico.