Donald Trump ha querido dejar las cosas claras. En una entrevista reciente, el presidente estadounidense aseguró que no planea una guerra con Venezuela. “Lo dudo. No lo creo”, dijo al ser preguntado sobre una posible intervención militar. Sus palabras buscan calmar los rumores sobre un conflicto armado, pero no significan que la tensión haya terminado.
Trump afirmó que su gobierno no desea un enfrentamiento directo, aunque criticó duramente al régimen de Nicolás Maduro. Según él, el trato hacia Estados Unidos ha sido injusto y “muy malo”. Con ese comentario, dejó abierta la puerta a nuevas medidas diplomáticas o económicas para aumentar la presión sobre Caracas.
El mandatario se mostró firme, pero evitó hablar de estrategias concretas. Su mensaje parece una mezcla de advertencia y contención: no habrá guerra, pero tampoco indiferencia. Washington quiere marcar distancia sin dar pasos que puedan desatar un conflicto regional.
El tono fue calculado. Trump no levantó la voz, pero cada frase pareció pensada para enviar un mensaje: Estados Unidos no usará las armas, aunque seguirá vigilando de cerca cada movimiento de Maduro, según apunta el Diario de Yucatán.
La parte más llamativa de sus declaraciones llegó después. Trump aseguró que el régimen de Nicolás Maduro “no durará mucho”. No explicó por qué lo cree, pero dio a entender que el futuro político del mandatario venezolano está llegando a su fin.
Para muchos analistas, esta frase resume la nueva postura de Washington: no se busca una invasión, sino el colapso paulatino del chavismo a través de la presión internacional. Sanciones, aislamiento y negociaciones discretas podrían ser las herramientas principales de esta etapa.
Trump, fiel a su estilo directo, quiso mostrarse confiado. Habló de un cambio inevitable, de un final que se aproxima. Sus palabras, sin embargo, también abren interrogantes. ¿Está Estados Unidos impulsando una estrategia de transición en Venezuela? ¿O simplemente marcando su posición ante la comunidad internacional?
Lo cierto es que el mensaje llegó con fuerza. Sin anunciar acciones concretas, Trump consiguió lo que buscaba: mover el tablero político y reactivar el debate sobre el futuro de Maduro. No habrá guerra, pero sí una presión creciente.
Y en medio de esa tensión, el presidente estadounidense dejó flotando una advertencia que suena a sentencia: “El régimen no durará mucho”.