Uno de los más sabrosos relatos de Gómez de la Serna, inventados o históricos (aunque muchas veces la historia no sea otra cosa que una mentira encuadernada), refiere los datos de un ladrón que, sabiendo ausente al dueño de la casa y conocedor también de que tenía la costumbre de guardar su dinero entre las hojas de los libros, decidió un día ir a robar. Y, como tenía todo el tiempo del mundo, tomó una escalera y comenzó a deshojar en los más altos.
Nada encontró en la primera fila ni en la segunda ni en la tercera. Sin embargo, se entretuvo en leer los textos que llamaban su atención y escudriñar los grabados más interesantes.
Cuando llegó al final encontró una insignificancia de dinero pero, había leído tanto, que no le quedó más remedio que hacer unas oposiciones.