El repunte sin límite de la inflación y la ralentización de la caída del paro en los primeros meses de 2022 han empeorado el grado de dificultad de los ciudadanos españoles para llegar a fin de mes y encontrar trabajo, según informa Vozpopuli. Es lo que los economistas denominan Índice de Miseria. Aunque España ya figuraba en 2021 a la cabeza de los países desarrollados (OCDE) en este ranking, con una tasa cercana al 20%, ahora ha ampliado su negativo liderazgo. Lo que confirma que los ciudadanos no perciben el crecimiento de la economía ni siquiera cuando se produce.
El indicador se ha situado ya por encima de los 23 puntos, es decir, en los niveles que se registraron durante la recesión económica de 2013. El elemento acelerador en aquel año fue la alta tasa de paro (se acercó al 27% en el primer trimestre), pero ahora se está produciendo la combinación más dañina, es decir, la de ambas tasas (IPC y desempleo) en una situación muy elevada.
Esta nueva regresión de nueve años de este indicador es la consecuencia de un IPC del 9,8% en marzo que no se producía desde 1985, aupado también por la invasión rusa de Ucrania y la crisis energética, y de una tasa de paro en el entorno del 13% (la media anual en 2021 se acercó al 15%), que se resiste a bajar. Y es que la reforma laboral no está reduciendo el paro, sino canjeando empleo temporal ya existente por indefinido (la mitad tiene jornada parcial); es decir, no hay empleo nuevo y el que hay se está repartiendo.
El Índice de Miseria, creado por el economista estadounidense Arthur Okun en los años setenta (fue jefe del Consejo de Asesores del presidente Lindon B. Johnson), mide el nivel de malestar de la ciudadanía ante la reducción de su poder adquisitivo por la subida de los precios (coste de la vida) y los problemas para encontrar empleo (acceso al mercado laboral). Consiste en la suma de las tasas del IPC y de desempleo. Su resultado mide, por tanto, el grado de infelicidad de la población causado por la economía que, además, sigue estrangulándose entre clases altas por un lado y las medias y bajas por otro. Es decir, cuanto más complicado es conseguir un trabajo y más aumenta al mismo tiempo el precio de los bienes y servicios (sobre todo los costes fijos de los hogares), mayor es el grado de malestar.
Es también un aviso para los gobernantes y representantes políticos ya que, cuanto más elevado sea ese índice, mayor posibilidad existe de que la economía pueda entrar en una situación de estanflación (estancamiento del crecimiento económico con inflación elevada) que es difícil de combatir, sobre todo en la actualidad con la coexistencia de un elevado déficit y deuda públicos.
España es uno de los países de la OCDE con mayor tasa de paro (en la UE ya ha superado incluso a Grecia) y algo similar sucede con la inflación, que además de la guerra también incluye componentes endógenos, sobre los que nunca se ha actuado, como la falta de competencia, el alto nivel de intermediación o la colusión de los mercados donde las empresas mayoristas controlan la formación de los precios y la oferta. Por ejemplo, ese 9,8% de inflación en marzo supera en 1,5 puntos a la que registra Alemania en el mismo mes (7,3%); es 5,3 puntos superior a la de Francia (4,5%); y, por ejemplo, es 3,3 puntos más elevada que la de Italia (6,5%).
Además, con un modelo de crecimiento económico basado en los servicios (75% del PIB) por el lado de la oferta, y por el consumo de los hogares por el lado de la demanda, es el país de la OCDE que más tarde sale de las crisis (cuando sucede). Y lo mismo sucede con la reducción del paro. Según los datos provisionales de febrero de esta organización, la tasa de desempleo se situó en el 12,6% (en los próximos días se conocerán las cifras del primer trimestre) y España ocupa el primer lugar del ranking europeo ya por delante de Grecia (ha bajado al 11,9%) mientras que en el resto de las economías de la UE más importantes esa tasa se queda en el 3,1% (en el caso de Alemania), Francia (7,4%) e Italia (6,4%).
Mientras tanto, el PIB español, con datos de 2021, es el que menos ha crecido en el último año tras Alemania (que se ha quedado en el 2,7%), a pesar del efecto escalón y de las ayudas, ya que ese 5,1% del PIB registrado es inferior al 7% de Francia y el 6,4% de Italia.
Según los últimos datos del Instituto Fraser, el centro de investigación canadiense que publica todos los años la estadística internacional del Índice de Miseria, prácticamente el 90% de los países de la OCDE están por encima del promedio del último lustro. Pero, la situación de España es extremadamente preocupante entre otras cosas por ese habitual retraso y letargo en salir adelante sin olvidar que ya figuraba a la cabeza de los países desarrollados antes del conflicto bélico en Ucrania.
Ese indicador alcanza ya en marzo en tiempo real el 23% frente al 19,8% a finales de 2021 o el 15,6% en 2020 en plena pandemia o el 14,6% en 2019 en el año precovid. Desde que se creó en los setenta, España ha estado varias veces por encima del 30%. En los noventa, con tasas de paro del 25% y del 6,5% de IPC y con el PSOE en el Gobierno, superó el 31%. Pero se debió a los primeros efectos de la devaluación de la peseta en 1992 y en 1995.
Máximo histórico del índice de miseria
En los primeros años de los ochenta, con el PSOE también en La Moncloa y como consecuencia de los ajustes laborales del proceso de reconversión industrial, este Índice llegó a casi el 32%. El máximo histórico se produjo en 1977, con UCD en el Gobierno, recién instaurada la democracia y tras dos crisis del petróleo seguidas. Llegó al 33,8%, con una inflación que superó en algunos momentos el 30%, mientras que la estadística de paro empezaba a repuntar con fuerza (pasó de 300.000 a 700.000 en cuatro años). Para reconducir esta peligrosa situación, los partidos políticos, con el amparo de las fuerzas sociales, firmaron los denominados Pactos de La Moncloa.
Sin embargo, no existe ahora indicio alguno de que el Gobierno y los partidos políticos (más pendientes de intentar ganar elecciones que de tomar decisiones) estén alarmados por el nuevo auge de este Índice de Miseria y de que busquen algún tipo de acuerdo nacional o la revisión de la política económica y presupuestaria. No hay que olvidar que la inflación y el paro (junto al déficit) son los peores síntomas de una nueva crisis y que este indicador es un termómetro de la estanflación.
De momento, con la excusa de los efectos de la guerra en la economía, Sánchez ha anunciado que el Gobierno va a modificar a la baja las previsiones de crecimiento económico (y de empleo) con que elaboró los Presupuestos de 2022 y que ya quedaron desfasadas incluso antes de su aprobación parlamentaria, cuando no había indicio alguno del conflicto bélico. Por su parte, el PP pretende presentar una rebaja fiscal.
Este indicador conjunto del paro y de la falta de poder adquisitivo de los ciudadanos es aún más elevado en algunos colectivos determinados y en especial en algunas comunidades autónomas. Por ejemplo, el Índice de Miseria supera el 40% entre los jóvenes menores de 25 años y entre los 16 y 19 años llega al 59%. En cuanto a las regiones, en Andalucía lidera este curioso ranking ya que llega al 30% (más de un 20,1% de tasa de paro y un 9,9% de inflación) frente al 23% de la media nacional. Mientras, en Extremadura alcanza el 29,2%; en Canarias y Castilla La Mancha alcanza el 25%; y en la Comunidad Valenciana y en Baleares supera el 24%.