Entre otras cosas, los humanos somos un doloroso atrevimiento. El estoicismo y algunas columnas de la filosofía budista indican que la ramificación de los males sucede por causa de los deseos. Sin ellos, el
cielo sereno se instalaría en la tierra… Más bien creo yo que, ajenos a los deseos, nos quedamos sin
muebles en el alma.
Mi parecer es que a nadie se le deben ni se le pueden mutilar los sentimientos. Estrangular el deseo sería como taponar unos labios para que nunca besen, aunque se vea deslizarse la salivilla del amor por los
extremos de la boca.
Cuando llueve demasiado son ideales las acequias. Cuando se agolpan los apetitos en la persona, es preferible encontrar cauces que tengan desembocadura, desde una cordial vigilancia. Matar los deseos es el peor modo de decirle a alguien que no es capaz de gobernarse a sí mismo.