El derbi sevillano culmina con tres tarjetas rojas. Montiel (Sevilla), Fekir y Borja Iglesias (Betis) fueron expulsados por Sánchez Martínez a instancia del VAR
El partido disputado el pasado domingo entre Sevilla FC y Real Betis Balompié se convirtió en una bronca cruzada en la que tres controvertidas trifulcas relegaron el ámbito futbolístico a un irremediable segundo plano. Dichas trifulcas enlazadas estrechamente con el resultado del partido. El derbi sevillano culminó con tres tarjetas rojas.
Fueron tres las acciones que hicieron que la atención de los aficionados se desviara del juego. La primera corrió a cargo de Gonzalo Montiel (Sevilla), que en el minuto 38 barrió a Álex Moreno (Betis) con una peligrosa entrada a ras del suelo. El árbitro del encuentro, José María Sánchez Martínez, acudió al VAR para revisar una jugada que, en apenas unos minutos, se castigó con cartulina roja.
En palabras del colegiado retirado, Eduardo Iturralde González, la entrada de Montiel es incomprensible. “No puedes ir así. Es para romperle la rodilla”, ha sentenciado.
Poco después, los de Pellegrini, aprovechando la superioridad numérica, perforaron la red sevillista con un gol de Nabil Fekir (Betis). El héroe que, minutos más tarde, se enfundaría la máscara de villano. Durante una pugna por el balón, el franco argelino golpeó a Alejandro El Papu Gómez (Sevilla) con el codo en el rostro. Lo que, en circunstancias normales, se habría sancionado con tarjeta amarilla, Sánchez Martínez lo penalizó con rojo tras un nuevo acercamiento al VAR.
Tres minutos después, Borja Iglesias (Betis) hundiría los tacos de su bota izquierda en el gemelo de Joan Jordán. “No queda otra que sea roja”, insiste Iturralde González. “Entra con los tacos por encima del tobillo”.
El partido, que acabó con un empate a uno después de que el obús de Gudelj (Sevilla) se alojara en el fondo de las mallas custodiadas por Claudio Bravo (Betis), volvió a soliviantar la polémica sobre el rigor del reglamento arbitral. A este respecto, el exguardamenta del Valencia CF, Santiago Cañizares, defiende un cambio en la normativa. “La intención no cuenta, sino la acción en sí”.