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El circunflejo

El presidente Nicolás Maduro

Aunque parezca mentira hubo en España un Presidente de Gobierno que tenía las cejas puntiagudas y el corazón destrozado porque le habían matado a su abuelo, capitán republicano, en la guerra civil del 36. El alma vagabunda del abuelo muerto le pidió en su desasosiego, y aprovechando que el nieto había ascendido a Presidente, que vengara aquella ruindad, la misma que soportaron los familiares de todos los republicanos, fueran cabos, sargentos o generales. Sus bisnietas, que eran góticas, y vestían siempre de negro como almas en pena, pidieron ayuda al Presidente Obama para que convenciera a su padre, el Presidente, de la reparación.

Sin más dilaciones, el Presidente esgrimía suficientes argumentos como para emprender, sin parcialidad alguna, el rescate moral de los que fueron perseguidos por otros militares, con el rey en el exilio. Y esbozó, además, una Ley de la Memoria, por si acaso una parte de españoles sufríamos irremediablemente de alzheimer.

Pasado el tiempo es ahora él quien no recuerda nada, pero ha creído que Maduro es el Mesías esperado: da igual donde descansen los republicanos muertos, sí importan las cuentas corrientes de los vivos.

pedrouve

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